No es extraño que se pida la reducción o eliminación de los aranceles en alimentos saludables, en el caso del aceite de oliva virgen, se grava con un 45% de impuestos, algo que encarece fuertemente el producto. Podemos nombrar un caso similar con un alimento que, a pesar de los numerosos estudios científicos que muestran sus bondades, hay quien todavía cree lo contrario, nos referimos al vino. En el post los impuestos sobre el vino pueden desaparecer en China, mostrábamos que una botella de vino con un coste de 5 euros terminaba en el círculo de la restauración por un precio en torno a los 90 euros, entre impuestos e intermediarios, el vino dejaba de ser un producto accesible para una buena parte de la población.
Con el aceite no hay dudas, numerosos estudios avalan sus bondades saludables, preventivas o medicinales, su importante valor nutricional lo hace un alimento interesante para aquellos países que sufren problemas de alimentación. El aceite de oliva podría mejorar la actual salud cardíaca de la población del país y que se estima en cincuenta millones de habitantes con problemas de corazón, además, las expectativas no son nada esperanzadoras, ya que se prevé que esta cifra se duplique sólo en un par de años.
El Gobierno indio saca tajada de las importaciones de aceite muy por encima de lo que lo hacen otros países que no son productores de aceite de oliva, por ejemplo la propia China, cuyo arancel sobre el aceite de oliva no supera el 10%. Parece que poco ha importado la salud de los habitantes del país con semejantes impuestos y existiendo tantas necesidades nutricionales como existen.
Esperamos que la solicitud realizada por la IOA no sea desoída por el Gobierno de ese país. Si se tratara de alimentos “de lujo o caprichos” se podría entender, pero no esta situación. Tal como esta planteado actualmente, las clases más bajas están irremediablemente condenadas a no poder comer alimentos saludables.