Connecticut es el primer Estado de Norte América que ha logrado sacar adelante una ley que exige la identificación de los alimentos transgénicos a través de las etiquetas alimentarias, para muchos es motivo de alegría, se ha conseguido en uno de los Estados más pequeños del país, lo que no se ha conseguido en otros más grandes y con más recursos, recordemos por ejemplo la Proposición 37 de California. Otros Estados que han solicitado una legislación transparente e informativa sobre los alimentos transgénicos, o han fracasado o están esperando una resolución, una de las campañas que ha llamado especialmente la atención y de la que se espera una resolución se está llevando a cabo en Washington.
Se ha aprobado el etiquetado transgénico en los alimentos de Connecticut, pero con condiciones, de momento esta nueva normativa sólo se aplicará si una reglamentación similar se aplica en otros cuatro de los 50 Estados del país y uno al menos debe ser fronterizo con Connecticut. Es difícil hablar de victoria como lo hacen otros medios, es una reglamentación que no se aplica, está condicionada a lo que hagan otros Estados y lo único que muestra es la conformidad con una medida de estas características por parte del pequeño Estado. Claro que tiene sentido aplicar este tipo de condiciones, la Cámara de Representantes de Connecticut no quiere que se convierta en la única región en aprobar esta reglamentación, es de suponer que las consecuencias serían desastrosas en el marco económico.
Para los representantes de la Cámara del Estado ha sido un gran paso, se allana el camino hacia una reglamentación a nivel federal sobre la identificación de los alimentos modificados genéticamente, pero hay que decir que condicionarse a lo que hagan otros es lo mismo que no hacer nada. También podrían haber aplicado la legislación y hacer frente a los problemas derivados, podrían haber sido un ejemplo para otros países, pero no, condicionan su ley a lo que hagan otros Estados manteniéndose en la retaguardia. Lo que sí se le debe reconocer es que ha sido el primero en aprobar una ley que exija el etiquetado de los alimentos que contengan ingredientes modificados genéticamente, hay que tener en cuenta que hasta el momento se ha propuesto una reglamentación similar en 26 de los 50 Estados del país y en ninguno se ha logrado el objetivo por el momento.
Quizá la noticia del descubrimiento de una variedad de trigo transgénico ilegal en Oregón (trigo Roundup Ready) sirva para que algunos políticos cambien de postura y se aprueben algunas de las reglamentaciones pendientes de votación. Volviendo a la cláusula que condiciona la nueva legislación, se pretende evitar que los alimentos en este Estado inicien una escalada de precios, que muchos productos dejen de llegar al no resultar rentable a los fabricantes, la pérdida de la capacidad de negocio, etc. Se tiene la confianza de que algunas de las iniciativas puestas en marcha prosperen, Connecticut centra su atención en Pensilvania y Nueva York, especialmente en este último, ya que sentaría un gran precedente y daría alas al resto de iniciativas de los diferentes Estados del país.
Hay que aclarar que en ningún caso se habla de prohibir este tipo de alimentos, simplemente quieren que los consumidores puedan ejercer su derecho a la elección y que sepan qué es lo que adquieren, reivindicación justa y coherente, acorde a la campaña que se inició en California bajo el lema ‘Derecho a saber y elegir qué comer’. Claro, que teniendo en cuenta la gran cantidad de cultivos modificados genéticamente del país, y sabiendo que en la mayoría de alimentos procesados están presentes los transgénicos, se podría decir que un elevadísimo porcentaje de productos debería ser etiquetado y para quien no quisiera tener nada que ver con este tipo de alimentos, se vería reducida significativamente su oferta alimentaria.
Se habla de costos adicionales consecuencia de este tipo de acciones, es una constante de la industria agroalimentaria, tocar el bolsillo de los consumidores para que reconsideren que es preferible dejar la situación tal y como está, la industria se aferra al principio de equivalencia, es decir, un alimento transgénico cuya equivalencia en peso, imagen y contenido nutricional es similar a la de un alimento tradicional, es totalmente seguro. Además, un alimento tradicional y un alimento modificado genéticamente no se pueden diferenciar a través de los sentidos, aunque esto no quiere decir que no sean diferentes.
Hay otros temas a tener en cuenta, como por ejemplo la definición del término «natural», se etiquetan alimentos transgénicos como alimentos naturales bajo el amparo del principio de equivalencia. No se ha definido en el país esta descriptiva y la FDA (Food and Drug Administration) se mantiene en su posición. En definitiva, se ha aprobado la reglamentación para el etiquetado transgénico en Connecticut y se considera un triunfo, pero da la impresión de que ha sido una maniobra para ganar tiempo y ver cómo se desarrolla la situación en otros Estados, una ley aprobada que no se aplica, no sirve absolutamente para nada. Podéis conocer más detalles del tema a través del artículo publicado en Ctpost.