Son varios los estudios que se hacen eco de los graves problemas ambientales asociados a la ganadería industrial, de ahí que se recomiende reducir el consumo de carne y productos lácteos hasta un 50%. Aunque cada vez mas personas son conscientes de la necesidad de comer menos carne, tanto para beneficiar al medioambiente como a la salud, lo cierto es que año tras año las cifras muestran que, por el momento, el consumo de productos cárnicos y lácteos crece imparable.
Hoy conocemos una investigación realizada por expertos de la Universidad de Augsburgo (Alemania) en la que se concluye que añadir el coste ambiental a la carne incrementaría su precio un 146%, lo que haría que el precio fuera prohibitivo y, quizá, se reduciría su consumo, pero hoy por hoy, difícilmente un país introduciría este sobrecoste, sobre todo conociendo el poder y presión que ejerce la industria cárnica.
Los expertos comentan que el coste derivado de la emisión de gases de efecto invernadero, el uso de recursos como la tierra, el agua, el gasto energético y otras cuestiones, no se reflejan en los precios de los diferentes productos alimenticios de origen animal, si se añadiesen a productos como la carne, serían un 146% más caros y los productos lácteos se encarecerían hasta un 96%.
Por el contrario, si se aplicara el incremento del coste ambiental a los productos obtenidos de la ganadería ecológica, la subida sería mucho menor, calculándose entre un 40% y un 71% para la carne y los productos lácteos, ya que los costes ambientales asociados son menores. Estas subidas en productos tanto en la ganadería intensiva como ecológica, son significativamente mayores que las propuestas para introducir un impuesto en este tipo de alimentos, recordemos, por ejemplo, que un estudio realizado por expertos de la Universidad de Oxford, aseguraba que era necesario introducir un impuesto climático, proponían gravar la carne con un 40% y los productos lácteos con un 20%.
Los expertos apuntan que, en el caso de los alimentos vegetales, su carga medioambiental es menor hasta el punto de que el incremento del coste tendría sólo un dígito, sin embargo, no aclaran de qué alimentos vegetales hablan. Es interesante recordar que, en el caso de cultivos industriales como la soja, el daño ambiental es elevado, de hecho, su producción se asocia a la deforestación, creando una situación similar a la del aceite de palma, de ahí que se recomiende que se adquiera únicamente soja producida de forma sostenible.
Como ya explicábamos aquí, los alimentos básicos tienen un gran impacto ambiental, alimentos como el maíz, la soja, el arroz, el trigo, etc., generan muchas más emisiones de gases de efecto invernadero que los que se producen de forma individual por casi cualquier país del mundo, así se apuntaba en un informe realizado por la organización Oxfam Internacional. Con esto queremos decir que es necesario llevar a cabo un estudio centrado en los alimentos vegetales y observar las diferencias entre alimentos de producción industrial y ecológica, así como realizar una comparativa más precisa con los alimentos lácteos y cárnicos.
Por fortuna, los expertos explican que próximamente tienen la intención de investigar sobre el impacto medioambiental de la agricultura, las emisiones de compuestos de nitrógeno reactivo, las necesidades energéticas del sector agrícola, etc. La idea es proporcionar datos e información sobre el impacto climático de los productos alimenticios, tanto a la población como a las agencias reguladoras, para que tengan en cuenta las acciones que se deben llevar a cabo para reducir la carga medioambiental. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la universidad.