Según los resultados de un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Karlstad (Suecia), se han identificado siete alimentos que representan casi el 50% del desperdicio de frutas y verduras en el canal minorista. En este trabajo no sólo se destaca el impacto económico de este desperdicio, sino también en lo que se refiere a volumen e impacto climático, por lo que se podría limitar drásticamente el desperdicio si las políticas y actuaciones se centrarán en estos alimentos.
Los expertos comentan que los siete productos más susceptibles de ser desperdiciados en tres de los grandes minoristas de Suecia son manzanas, bananas, lechugas, pimientos dulces, uvas, peras y tomates. Se ha determinado que el 85% de los costes del desperdicio de alimentos están relacionados con estos productos, la gestión de los desechos como el vaciado y eliminación supone un 6% del gasto, la recogida de las estanterías, el registro o contabilización del desperdicio y desecharlo supone un 9% del gasto total.
Cierto es que las horas dedicadas del personal a estos menesteres suponen una parte relativamente pequeña del gasto en comparación con el coste de los productos en sí, por lo que se considera que incrementar el número de horas del personal a medidas que contribuyan a reducir los residuos de frutas y verduras, supondría un ahorro importante tanto a nivel económico como ambiental. El análisis del coste y los beneficios muestra que los gastos destinados a duplicar el tiempo en medidas de reducción del desperdicio alimentario equivaldría a una reducción del 10% de los desechos de frutas y verduras.
Según datos de la Agencia Sueca de Protección del Medio Ambiente, en 2012 los mayoristas y las tiendas minoristas de Suecia produjeron nada menos que 70 000 toneladas de desperdicios alimentarios, destacando que casi el 91% de este desperdicio era innecesario y perfectamente evitable. De acuerdo que desde entonces han pasado algunos años y se ha mejorado la percepción y concienciación del problema, pero no es suficiente si se pretende satisfacer la demanda mundial de alimentos de los próximos años y garantizar la seguridad alimentaria.
Los resultados de este análisis de costes/beneficios es similar a los de otros estudios anteriores donde se ha determinado que el canal minorista tiene una gran responsabilidad en el desperdicio alimentario. Una investigación austriaca concluyó que en el canal minorista austriaco, el valor económico de las frutas y verduras representaba el 53% del total de los desperdicios alimentarios, algo similar ocurre en otros países comunitarios, aunque cierto es que estos datos se han reducido gracias a las diferentes iniciativas que se han puesto en marcha, sobre todo individualmente en los países miembros, como ejemplo se puede citar Francia.
Desde una perspectiva medioambiental, los investigadores han realizado un estudio en seis tiendas minoristas del país, determinando que el canal de frutas y verduras contribuyó al 46% del desperdicio total con un elevado impacto en la huella de carbono. Los investigadores quisieron saber qué productos tenían un mayor coste económico, incluyendo las pérdidas asociadas como antes hemos comentado. Para ello, se desarrolló un método para medir el desperdicio y calcular los costes económicos utilizando datos sobre las ventas, el precio de coste de compra de los alimentos y los desperdicios generados de las tiendas de los tres minoristas estudiados.
Para calcular el coste de personal en la gestión de residuos, la información se obtuvo a partir de las rutinas diarias de trabajo que se llevan a cabo en las tiendas, así como los procedimientos de gestión de residuos que seguían. En este caso, se solicitó a los trabajadores que registraran los desperdicios que se generaban de frutas y verduras frescas, tanto envasadas como a granel, detallando el tipo de producto, el peso, el precio de compra en origen y precio de venta al consumidor.
Se recabaron un total de 40.103 registros de residuos alimentarios y cuando se cotejaron todos los datos, se obtuvieron 81 categorías diferentes. En cada categoría se calculó la información sobre el volumen de producto desperdiciado y su coste económico tanto a nivel individual en todas las tiendas minoristas, como en términos globales en los tres minoristas analizados para obtener una media. Para calcular el impacto ambiental del desperdicio alimentario en las tiendas, se estipuló el equivalente del dióxido de carbono que se genera por un kilo de frutas y verduras frescas, que después se multiplicó por el volumen de desperdicio alimentario acumulado.
Los resultados mostraron que bananas, manzanas y tomates fueron los productos que más cantidad de desperdicio generaron en las tiendas minoristas, la banana fue el producto que encabezó este ranking con 6’4 toneladas, lo que supuso un 9’4% de la cantidad de residuos generados. En cuanto a costes económicos, el tomate, la lechuga, las hierbas frescas y el pimiento dulce, fueron los productos que representaron el mayor coste económico. Bananas y pimientos fueron los productos con una mayor huella de carbono, en este segmento se incluyeron, además, productos como el melocotón, las piñas o las berenjenas.
Tras analizar todos los resultados, se llega a la conclusión de que es económicamente conveniente, invertir en tiempo de trabajo de los empleados en la gestión de residuos a fin de lograr una reducción del volumen desperdiciado, así como de la reducción del impacto climático sin que ello suponga una pérdida económica para la tiendas. Quizá hubiera sido interesante realizar un estudio similar pero en origen, es decir, determinar el desperdicio en el primer eslabón de la cadena, porque recordemos que buena parte del desperdicio que se genera en origen está provocado por los estándares de mercado, en este sentido, merece la pena retomar la lectura de este post en el que hablábamos sobre los millones de toneladas de alimentos que se tiran desde el campo a la mesa.
Podéis conocer los detalles de esta interesante investigación a través de este articulo publicado en la página web de la Universidad de Karlstad, y en este otro publicado en la revista científica Resources, Conservation and Recycling.
Foto 2 | Notfrancois