Recientemente ha sido galardonado con el VIII Premio de la Junta General y la Sociedad de Bioética el estudio realizado por Merche de Renobales titulado ‘Alimentos más sostenibles: Las semillas transgénicas en la agricultura ecológica‘. Se trata de un trabajo en el que se proponen puntos comunes entre los alimentos transgénicos y los alimentos obtenidos a partir de la agricultura ecológica, la combinación de ambos daría lugar a resultados más satisfactorios, al menos así lo manifiesta la investigadora y profesora.
Merche de Renobales manifiesta que sabe que su estudio genera polémica, dado que se atreve a plantear la posibilidad de fusionar cultivo ecológico y cultivo transgénico. Como argumentos, indica que por un lado los cultivos ecológicos permiten conservar la tierra, pero pierden hasta un 30% de productividad con respecto a los alimentos producidos tradicionalmente. Los alimentos transgénicos son más resistentes a las plagas y enfermedades, por lo que son más productivos, en cambio, la forma de cultivo no conserva a la tierra donde se producen. La propuesta del estudio ‘Alimentos más sostenibles: Las semillas transgénicas en la agricultura ecológica’ es combinar los principios de la agricultura ecológica con los supuestos beneficios de los alimentos transgénicos.
Nos da la impresión de que la investigadora ha tomado como referencia el modelo de agricultura propuesto por los investigadores de la Universidad Davis de California (Estados Unidos) hace algo menos de un par de años, el modelo planteaba cultivar alimentos transgénicos de forma ecológica, es decir, la misma conjugación que plantea Merche de Renobales. En el caso de los expertos estadounidenses, manifestaban que habían trabajado varios años con la agricultura ecológica y reconocían todas sus bondades, pero también reconocían todos los aspectos positivos que los alimentos transgénicos podían aportar.
La investigadora galardonada manifiesta que el genoma de todo aquello que comemos está profundamente modificado, algo que también afirma el doctor Francisco García Olmedo, catedrático en Bioquímica y Biología Molecular de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid y del que hablábamos en el post ¿Nuestra alimentación no es natural?. Esta es la justificación para aceptar los alimentos modificados genéticamente, sin embargo, son muchas las diferencias entre un alimento mejorado a través de los años mediante la selección de variedades más resistentes, productivas, etc., y un alimento al que le han introducido material genético de otra especie totalmente diferente.
Los alimentos se manipulan genéticamente para que sean más productivos y se convierten en alimento insecticida, los insectos mueren al intentar alimentarse con ellos, la reacción es una evolución del insecto. Con los alimentos transgénicos se incrementa la resistencia de los insectos haciéndolos más dañinos de lo que ya son. Por otro lado, se manipula genéticamente un alimento para que sea resistente a la acción de un herbicida cuyo principal componente activo es el glifosato, utilizar este producto no es algo ecológico y la modificación genética no tendría cabida en la fusión entre ambas técnicas, ya que el glifosato no protege la tierra, la esteriliza, recordemos el documental sobre la soja transgénica.
Claro que si descartamos los alimentos transgénicos que producen empresas biotecnológicas como Monsanto, estaríamos hablando de alimentos como el maíz transgénico vitamínico desarrollado por expertos de la Universidad de Lleida (Catalunya). Se trata de un maíz de alto valor nutritivo pero que desgraciadamente no es tan productivo ni tan resistente a las plagas y enfermedades. Este maíz se creaba para poder mejorar la alimentación humana, quizá con este producto sí tendría cabida la fusión de ambas técnicas, ya que el maíz no incorpora material genético para soportar las plagas o los herbicidas. Por tanto, quizá sería interesante discriminar y diferenciar sobre tipos de alimentos transgénicos, pero evidentemente los intereses de las compañías biotecnológicas están sujetos a la productividad, y la calidad alimentaria queda en segundo o tercer término.
Con respecto a la supuesta productividad de los OGM, sería interesante tener en cuenta estudios como el realizado por investigadores de la Universidad de Kansas en el que se concluía que los alimentos transgénicos no son tan productivos como cabría esperar. El estudio de Merche de Renobales no encajaría tampoco en la nueva revolución verde transgénica que recomiendan algunos investigadores, aseguran que sería interesante conjugar biotecnología, nanotecnología, ingeniería genética y nuevas técnicas con el propósito de garantizar la seguridad alimentaria, ¿en las nuevas técnicas estarían contemplados los conceptos ecológicos?, difícil de creer.
Es difícil concebir alimentos transgénicos ecológicos (¿transecológicos?), y efectivamente el estudio crea expectación, pero no tanta dado que como hemos dicho, la fórmula ya fue propuesta anteriormente. Al final y como siempre, se habla de los alimentos transgénicos como la alternativa más eficaz para mejorar la alimentación de los países en vías de desarrollo, quizá con estos alimentos se esté condenando la seguridad alimentaria a largo plazo, no olvidemos que el riesgo de los alimentos transgénicos son los efectos impredecibles y desconocidos que pueden encerrar, incluso cuando se pretende maquillarlos con la filosofía de los alimentos ecológicos, hay mucho que hablar al respecto.
Vía | El Comercio Digital
Foto | Storebukkebruse