Una investigación realizada por expertos de la Universidad de Chicago (Estados Unidos) concluye que algunos conservantes alimentarios como la nisina (E-234), podrían ser perjudiciales para las bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal. La nisina es uno de los conservantes habitualmente utilizados por la industria alimentaria en quesos, productos cárnicos, productos horneados, cremas de untar, etc. La razón es que tiene una gran capacidad para destruir microorganismos patógenos, pero el nuevo estudio apunta que también afecta de forma negativa a las bacterias buenas de la flora intestinal, lo que alteraría su diversidad y estabilidad.
La nisina es un tipo de antibiótico natural que produce la bacteria Lactococcus lactis, se trata de un péptido antimicrobiano que ha sido aprobado por diferentes autoridades reguladoras como, por ejemplo, la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) o la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos), para uso como aditivo alimentario.
Decíamos que la nisina tiene capacidad para destruir microorganismos patógenos, especialmente aquellos responsables de la descomposición de los alimentos, como ciertas especies de Clostridium (género de bacterias anaerobias) o la Listeria monocytogenes, bacteria que causa una infección grave denominada listeriosis con capacidad de infectar múltiples órganos del ser humano. Este conservante prolonga la vida útil de los alimentos e inhibe el crecimiento de esos microorganismos perjudiciales, y hasta la fecha, se considera que es segura para el consumo humano utilizada en los parámetros establecidos por las agencias reguladoras.
Como sabemos, la función de los conservantes es, sobre todo, preservar la vida útil de los alimentos, lo que facilita su transporte y almacenamiento durante más tiempo sin que se estropeen, claro, que existen otras formas de conservar los alimentos mediante técnicas como la salazón, el ahumado, la congelación, etc. En el caso de la nisina (E-234), el equipo de investigadores decidió estudiar sus efectos en las bacterias intestinales para determinar en qué medida afectaban a la microbiota intestinal, y la razón es que hasta la fecha no se había estudiado a fondo cómo podría afectar a esas bacterias buenas que participan en la defensa contra microorganismos patógenos, en los procesos inmunomoduladores o en la acción contra enfermedades infecciosas, entre otros procesos.
Los expertos trabajaron con una base de datos pública de genomas de bacterias intestinales humanas, e identificó genes para producir seis lantibióticos (proteínas o toxinas peptídicas que producen bacterias para luchar contra patógenos competitivos) diferentes derivados del intestino, que se parecen mucho a la nisina, incluidos cuatro que eran nuevos. Posteriormente, los investigadores produjeron esas versiones de lantibióticos para comprobar qué efectos tenían en las bacterias patógenas y en las bacterias beneficiosas de la microbiota. Se constató que los lantibióticos tenían efectos variables y no todos funcionaban exactamente y actuaban del mismo modo, mataban bacterias patógenas y beneficiosas, por lo que se trata del primer estudio que demuestra que las bacterias intestinales son susceptibles a los lantibióticos, y en algunos casos más que las bacterias patógenas.
Según comentan aquí, los investigadores creen que con los actuales niveles de lantibióticos que están presentes en los alimentos, es probable que la salud intestinal se vea afectada. Sin duda, esta probabilidad afectaría a la industria alimentaria, ya que como hemos comentado al principio, los conservantes son parte esencial en la producción alimentaria por diferentes beneficios. Además de la conservación, la eliminación de bacterias no deseadas y prolongación de la vida útil, ayudan a reducir el desperdicio alimentario y a la asequibilidad y accesibilidad de los alimentos. Aunque la industria alimentaria podría considerar el uso de conservantes alternativos, es poco probable que a corto o medio plazo se realice este cambio.
En definitiva, según los resultados, los lantibióticos y las bacterias que los producen no siempre son beneficiosos para la salud, de ahí que ahora el estudio se centre en la búsqueda de modos de contrarrestar los efectos no deseados y aprovechar sus propiedades antibacterianas. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Chicago, y con más detalle en este otro publicado en la página científica ACS Publications.