La producción de carne de vacuno se considera la menos eficiente para alimentar a la humanidad por varias razones, el enorme gasto de agua que supone, la cantidad de tierra que se destina a la producción de alimento para los animales, y por supuesto, la emisión de gases de efecto invernadero del ganado, como por ejemplo el metano. Según los cálculos, el sector ganadero contribuye con casi un 15% de estas emisiones, lo que equivale a una cifra similar a la que generan los vehículos que utilizan combustibles fósiles.
Pues bien, hablando de las emisiones de metano, un grupo de investigadores del CSIRO (Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation), agencia del gobierno federal de Australia para la investigación científica, ha descubierto un tipo de alga que puede reducir las emisiones de metano del ganado vacuno hasta en un 99%. Anteriormente hemos conocido investigaciones similares que han logrado reducir un 25% las emisiones utilizando aceite de pescado, o un 30% con un suplemento denominado 3-nitrooxypropanol (3NOP). Sin embargo, este descubrimiento supera con creces los realizados hasta el momento gracias a las investigaciones que se han llevado a cabo para tratar de reducir la emisión de metano en el ganado.
El metano es un gas de efecto invernadero que es hasta 28 veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de retener el calor, los expertos comentan que el 90% de las emisiones de metano que produce el ganado bovino procede de los eructos, esto se cuantifica como un 15% de energía que se desperdicia en lugar de convertirse en carne, por lo que la adición de las algas en la alimentación no sólo reduciría la emisión de metano, también ayudaría al engorde de los animales, reduciendo las pérdidas energéticas.
La investigación sobre el uso de algas como suplemento en la alimentación del ganado bovino es un tema que se conoce desde hace varios años. El CSIRO explica que hace 11 años, un ganadero canadiense comprobó que el ganado que pastaba en un prado cerca del mar era más productivo que el ganado que pastaba lejos del mar. Pero esta práctica es mucho más antigua de lo que podemos pensar, en la antigüedad ya se utilizaban las algas para alimentar al ganado, así se explica en este artículo.
En estudios anteriores se logró determinar que la suplementación con algas podría reducir la liberación de metano a la atmósfera hasta en un 20%, sin embargo, recientemente se volvió a plantear realizar nuevos estudios pero utilizando diferentes tipos de algas a fin de determinar cuál era más eficaz. Esta ha sido una revisión beneficiosa e importante, ya que se ha encontrado un tipo de alga roja (Asparagopsis taxiformis), variedad que crece en las aguas costeras tropicales de Queensland (Australia), capaz de reducir la liberación de metano en un 99%.
Los investigadores creyeron que se produjo algún tipo de error dado el registro, y realizaron nuevamente la prueba, arrojando el mismo resultado. Al parecer, es el único tipo de alga que, hasta el momento, ha logrado interrumpir en prácticamente su totalidad la acción de las enzimas utilizadas por las bacterias presentes en la flora intestinal de los animales, responsables de producir el metano. Otra característica interesante es que no se necesita incluir una gran cantidad de algas en la alimentación de los animales, con menos del 2% se obtiene el resultado indicado.
En la lucha contra el calentamiento del planeta y el cambio climático es un avance muy importante, los expertos del CSIRO comentan que millones de personas dependen, en parte o en su totalidad, de la ganadería para poder subsistir, los animales proporcionan proteínas y micronutrientes que contribuyen a reducir la inseguridad alimentaria. En esto no estamos de acuerdo, como hemos comentado al principio, la ganadería utiliza una enorme cantidad de recursos que se podrían destinar a la producción de otros alimentos de valor y mucho más eficaces para garantizar la seguridad alimentaria.
Por ejemplo, teniendo en cuenta que la disponibilidad de agua es y será un problema en aumento en los próximos años, merece la pena saber que se necesitan unos 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne de vacuno, frente a los 2.500 litros de agua necesarios para producir un kilo de arroz. Para entender este cálculo, merece la pena retomar la lectura de este post en el que tratábamos la teoría del agua virtual, en esta teoría se habla de la suma del uso del agua en las diferentes etapas de la cadena de producción.
Muchas personas son conscientes de la relación entre la producción ganadera y el calentamiento del planeta, de ahí que se opte por comer menos carne o por buscar otras alternativas vegetales saludables. Los investigadores opinan que con este descubrimiento se podría hacer frente a dos desafíos importantes, luchar contra el cambio climático y producir más alimentos con menos recursos. Lo de los recursos no tiene sentido, de acuerdo que se incrementará la producción de carne al transformar la energía que se perdía en materia, pero eso no reducirá la gran cantidad de recursos que consume la ganadería.
Ahora el reto es cómo producir la cantidad de algas rojas necesarias para abastecer al mercado australiano, los expertos comentan que para incluir el suplemento en la alimentación del 10% del ganado australiano, serían necesarias unas 300.000 toneladas de algas al año, serían necesarios millones de toneladas si se llevará a cabo una estrategia a nivel mundial. Entendemos que los investigadores del CSIRO avalen el descubrimiento y lo planteen como una opción para mantener e incrementar la producción de carne, ya que la financiación del estudio ha sido realizada por Meat & Livestock Australia, organización que promueve el consumo de carne y se dedica a la investigación de mejoras para la industria australiana del sector cárnico.
Se puede decir que existe un conflictos de intereses, ya que se utiliza el descubrimiento para la reducción de las emisiones de metano como un medio de mantener e incrementar la producción cárnica, sabiendo que trae como consecuencias la reducción de la disponibilidad de muchos recursos. Podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este artículo publicado en la revista científica Animal Production Science.
Foto 2 | Ronald Sarayudej