El Ministerio de Nutrición de Alemania anunció el pasado mes la puesta en marcha de una estrategia para reducir el contenido de azúcar, sal y grasas en los productos alimentarios, así como mejorar su composición nutricional para el año 2025. De forma voluntaria, las empresas deberían reducir el contenido de azúcar de los cereales para el desayuno un 20%, el contenido de azúcar en los refrescos entre un 15% y un 20%, etc. También se establece una reducción del tamaño de las raciones con el fin de mejorar la alimentación y reducir el nivel de sobrepeso y obesidad del país.
Se ha solicitado a las empresas del sector lácteo que mejoren la composición de sus productos y especialmente aquellos dirigidos a los niños, así como otras mejoras a los diferentes sectores de la industria alimentaria. Como era de esperar esta medida no ha sido bien recibida y la razón principal es que sea un compromiso de carácter voluntario y ya sabemos que las medidas voluntarias no suelen funcionar. Algunos fabricantes de alimentos han realizado y realizan esfuerzos para mejorar la composición de sus productos alimenticios, pero la gran mayoría suelen terminar incumpliendo este tipo de acuerdos voluntarios.
Estos compromisos se pondrán en marcha, previsiblemente, a lo largo de este mes, y el Gobierno del país espera que esta estrategia sea efectiva para reducir el contenido de azúcar, grasas y sal en los productos alimenticios en dos dígitos en los próximos seis años, pero sería interesante saber en qué se basa para considerar su efectividad. Hay que decir que las medidas llegan casi un año después de que las asociaciones de médicos del país solicitaran al Gobierno que se establecieran medidas concretas contra la obesidad y los estilos de vida poco saludables, hay que tener en cuenta que, según los datos, un 55% de la población alemana sufre sobrepeso u obesidad, incluidos 1’9 millones de niños.
La organización alemana de consumidores Foodwatch es una de las principales organizaciones que crítica esta solución, comentando que la ministra de Nutrición, Julia Klöckner, ha obviado las recomendaciones de la coalición de organizaciones de salud y más de 2.000 médicos que solicitaban la introducción de un etiquetado semáforo, la restricción de la publicidad alimentaria que se dirige a los niños y la introducción de un impuesto del azúcar, entre otras cosas, para lograr cambios significativos en la calidad nutricional de los productos.
En su lugar, la ministra opta por medidas voluntarias, algo que se puede considerar un regalo de Navidad para el lobby de la industria alimentaria. ¿Por qué cuesta tanto introducir regulaciones de carácter obligatorio? Parece obvio que esta industria ejerce una gran influencia en el Gobierno alemán (y también en los gobiernos de muchos otros países), lo que impide que se puedan adoptar medidas reales y efectivas para mejorar la calidad nutricional de los alimentos y las bebidas, luchar contra el sobrepeso y la obesidad, etc..
En otros países europeos se están promoviendo las etiquetas semáforo como la etiqueta NutriScore, se han introducido impuestos del azúcar y se empiezan a plantear medidas obligadas mediante legislación, lo que deja descolgada a Alemania en esta lucha para mejorar la calidad alimentaria de los productos que elabora su industria. Por ello Foodwatch ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para que se instauren medidas efectivas por ley, aunque es probable que no sirva de mucho porque el acuerdo se ha firmado.