Hoy hemos recolectado unas cuantas alcachofas silvestres, como podéis ver en la foto, son bastante más pequeñas que las alcachofas de cultivo, tienen aproximadamente unos cuatro centímetros de diámetro, podrían considerarse alcachofas baby. A esta variedad de alcachofas se las conoce como alcachofillas, cardo santo, arcanciles, pinochas, etc., lo cierto es que se denominan de 18 formas distintas.
Las alcachofas silvestres crecen en terrenos sin cultivo, en los márgenes de los caminos y dependiendo de la zona son fáciles de encontrar. Su color es muy similar al de las alcachofas de producción, quizás un poco más oscuro y una de las características principales que presentan es la punta en un tono morado.
Las plantas que producen este tipo de alcachofas son pequeñas y propias de terrenos secos, de ahí que se encuentren en los márgenes de los caminos de montaña, al menos por la zona en la que vivimos.
En cuanto al sabor y el aroma, hay que decir que resultan más intensos que las alcachofas de cultivo, pero por desgracia, resultan algo más duras al paladar, menos suculentas que las alcachofas que todos conocemos.
Sin embargo, si se saben cocinar adecuadamente podemos sacarles gran partido a los aspectos destacados. Quizá son especialmente ricas porque nos encontramos en las márgenes de la Denominación de Origen Alcachofa de Benicarló, aunque sean silvestres, disponen del clima de la zona.
Las alcachofas silvestres son una delicia y así se puede ver reflejado, por ejemplo, en algunas tiendas delicatessen,que las comercializan como un verdadero manjar. Nosotros vamos a utilizar estas que hemos recolectado para hacer una deliciosa tapa que compartiremos con todos vosotros.