Hace unos días se sometió a debate la legislación europea de transgénicos, un debate promovido por Holanda, país que pretende facilitar la importación de productos transgénicos para afrontar la falta de materia prima en Europa. Holanda propone que los países que forman la Unión Europea tengan mayor potestad para decidir si desean importar o cultivar productos transgénicos. En este contexto, Holanda también abogó por el respeto hacia aquellos países que desean aplicar el principio de precaución y no cultivan o importan alimentos transgénicos, como sería el caso de Francia por ejemplo.
Cada uno debería hacer lo que crea más oportuno en su casa, si Francia no quiere transgénicos, la Comisión Europea no tendría por qué intentar obligar a este país que levante el veto contra los ellos. Del mismo modo, también hay que respetar a aquellos países que sí lo deseen. Este quizá sería un buen planteamiento, pero algunos países y la propia CE no quieren ‘renacionalizar’ este tipo de decisiones.
El caso es que la propuesta holandesa ha sido secundada por varios países, Polonia, Chipre, Alemania, Austria, Luxemburgo, Rumanía, Finlandia, Hungría, Austria y Francia. Recordemos que estos tres últimos países mantienen el veto al maíz transgénico Mon 810 a pesar de la enorme presión que ha estado ejerciendo la Comisión Europea para que terminen cediendo.
Nos ha sorprendido conocer que países como Portugal, Estonia y España, se han opuesto a la propuesta holandesa e indican que es necesario dar rienda suelta a la biotecnología, posicionándose claramente a favor de los productos transgénicos. Hay que recordar que la semana pasada diversas asociaciones agrarias españolas como la AGPME (Asociación General de Productores de Maíz de España), manifestaban su preocupación y preguntaban que, con respecto a los alimentos transgénicos, ¿cuál era la postura española?
La razón era simple, España no se posicionó para obligar a levantar el veto a los transgénicos a Francia y Grecia en la última votación celebrada en la Unión Europea. España no apoyó la iniciativa y esto afectó a las asociaciones agrarias españolas a favor de los productos modificados genéticamente, y es que España da una de cal y otra de arena en muchos temas. Ahora con la última actuación española podríamos decir que la pregunta está contestada, nuestro país respalda 100% los productos transgénicos, al menos por el momento o hasta que el viento vuelva a soplar en otra dirección.
Por otro lado, la Comisión Europea se ha mostrado reacia a este debate, evidentemente a José Manuel Durao Barros, presidente de la CE, no le parece nada bien que cada país pueda decidir si acepta o no este tipo de productos. Continuamente se manifiesta que existe un marco legal exhaustivo y además el sistema de control sobre transgénicos se está reforzando, es decir, intentan convencer a los países miembros de que existe seguridad y todo esta bajo control.
La Comisión Europea ha tomado nota de la sugerencia holandesa pero parece evidente que ésta quedará archivada.