Existe predisposición a valorar un alimento, si su precio es más elevado, si ha sido elaborado por una marca importante que nos inspire confianza, o que en la etiqueta aparezca el término ecológico. En lo que respecta a un alimento orgánico, la etiqueta mejora el producto, es decir mejora nuestra percepción y predisposición a aceptarlo como un producto más saludable y con mayores cualidades organolépticas, aunque en realidad podría no ser un alimento orgánico.
Un estudio realizado por una estudiante de la Universidad de Cornell, nos muestra como una etiqueta puede condicionar nuestra percepción y realizar un valoración errónea de un alimento. En el estudio participaron 144 personas con una edad media de 39 años a las que se les pidió que realizaran una comparativa de la percepción organoléptica de unas galletas de chocolate, unas patatas fritas y yogures naturales de dos tipos, ecológicos y no ecológicos. En realidad todos los alimentos eran idénticos, lo único que variaba era el etiquetado, una pequeña trampa que sirvió para demostrar cómo condiciona a las personas la información que pueden leer en una etiqueta.
Esta investigación nos recuerda a otra en la que se relacionaba la calidad y el precio, en este caso de los vinos. La investigación la realizó el Instituto Tecnológico de California y se sugería que el precio que se paga por un determinado producto influye notablemente en el disfrute al degustarlo, es decir, cuanto más se pagaba por el producto más satisfactorio resultaba al paladar, de ello hablábamos en el post The Wine Trials, la guía de los vinos baratos y podéis consultarlo a través de la publicación científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El caso es que los 144 voluntarios probaron los alimentos y debían indicar, en una escala del 1 al 9, diferentes características organolépticas, aroma, sabor, textura, a esto hay que añadir que se les pidió que calcularan la ingesta de calorías que aportaba cada producto y cuánto estarían dispuestos a pagar por cada uno de ellos. Podríamos decir que siguiendo la estela del estudio anterior (mayor precio, mejor percepción del vino), se pretendía encontrar la relación entre el mayor precio, y el producto que incluye en el etiquetado la palabra orgánico o ecológico.
Para la mayoría de voluntarios, los alimentos ecológicos tenían menos grasas, menos calorías y eran más ricos en nutrientes, por supuesto la percepción organoléptica también era más notable. Además, la conclusión era que valía la pena pagar más dinero por un producto con estas características. Los productos que no portaban la descriptiva “orgánicos” y que eran los mismos que los que sí la portaban, fueron menos valorados. Quizá hubiera sido interesante repetir el estudio pero sin etiquetado e incluyendo productos ecológicos y productos industriales, como ya sabemos, el olor y el sabor de los alimentos ecológicos son más significativos y valorables que los que pueden ofrecer los alimentos obtenidos a través de la producción industrial.
La estudiante que ha realizado el estudio, indica que pretendía probar la teoría de que las personas se dejan influenciar por lo que se denomina efecto halo, un sesgo cognitivo y común en los seres humanos por el que la percepción en un determinado rasgo (sabor de los alimentos) ha sido condicionada por la percepción de rasgos anteriores (la descriptiva orgánicos). Puedes conocer más detalles del estudio a través del artículo publicado en la Universidad de Cornell (Estados Unidos).
Foto | Fotón Y
1 comentarios
Es posible que condicione que esté etiquetado; desde luego un producto orgánico es de mayor valor por sus propiedades organolépticas asi como por el uso de materias primas de mejor calidad. Quizá el ejemplo más claro sean los productos que se consumen crudos, especialmente las verduras, frutas y carnes.
Un cordial saludo!!