La Organización Mundial de la Salud (OMS) en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha presentado un análisis detallado sobre los principales virus alimentarios que afectan a la salud pública en todo el mundo. En el marco de su publicación titulada «Reunión de expertos de la FAO sobre la evaluación de riesgos microbiológicos», el informe de la OMS y la FAO sobre el impacto global clasifica estos virus según su frecuencia y gravedad en base a los datos recientes y estudios recopilados desde el año 2008.
Se trata de una visión integral de los desafíos y los avances que son necesarios para controlar las enfermedades transmitidas por los alimentos en la cadena alimentaria mundial. El informe explica que entre los virus que generan mayor impacto en la salud pública, destacan el norovirus, la hepatitis A y la hepatitis E.
El norovirus encabeza la clasificación como la causa más frecuente de enfermedades virales que son transmitidas por los alimentos, con unas estimaciones que arrojan unos 125 millones de casos y unas 35.000 muertes al año. Este virus conocido por su rápida propagación en ciertos lugares como los restaurantes y los cruceros, se asocia especialmente a los alimentos preparados, que han sido contaminados por quienes los manipulan estando infectados, aunque probablemente habría que añadir la falta de higiene o no seguir escrupulosamente las buenas prácticas de manipulación y elaboración en la cocina.
La hepatitis A afecta a 14 millones de personas y causa 28.000 muertes cada año, se trata de una enfermedad prevenible con la vacunación, lo que destaca la importancia de fortalecer los programas de inmunización. La hepatitis E aunque menos documentada, se relaciona con el consumo de productos porcinos y carne de caza silvestre, especialmente en aquellas regiones con una sanidad limitada.
Virus alimentarios más preocupantes
El informe de la FAO y la OMS agrupa los virus en tres categorías según su relevancia y gravedad clínica, y son los siguientes:
Norovirus, hepatitis A y E: Son los principales responsables de las enfermedades transmitidas por los alimentos.
Rotavirus, sapovirus, enterovirus, astrovirus y adenovirus entéricos: Forman el segundo grupo de menor impacto clínico, pero todavía significativo.
Virus emergentes y poco estudiados: En este grupo se incluyen las amenazas recientes, como el virus de la encefalitis viral que es transmitido por las garrapatas y el virus Nipah, virus zoonótico cuya transmisión se realiza a través del contacto con fluidos corporales de animales infectados, o el consumo de alimentos contaminados entre otros.
Según el informe, los alimentos que representan un mayor riesgo son los siguientes:
Norovirus y hepatitis A: Microorganismos relacionados con los mariscos, las bayas congeladas y los alimentos preparados.
Hepatitis E: Enfermedad que principalmente se asocia a la carne de cerdo y los animales de caza.
El informe destaca la importancia de recopilar más datos para comprender mejor el impacto de los alimentos contaminados por virus menos comunes, como el virus Nipah y otros patógenos emergentes. Estos virus, aunque representan un riesgo menor en términos de frecuencia, pueden tener consecuencias graves para la salud pública cuando se producen los brotes.
La falta de información detallada sobre la prevalencia, los mecanismos de transmisión y las condiciones específicas que favorecen la contaminación alimentaria, dificulta la implementación de estrategias preventivas eficaces. Por ello, es fundamental establecer sistemas de vigilancia global que permitan identificar y monitorear la presencia de estos virus presentes en los alimentos, especialmente en áreas donde el consumo de productos crudos o mal procesados es algo habitual.
Además, el documento destaca que la colaboración internacional entre organismos de salud es clave para hacer frente a estos desafíos. Los países deben compartir los datos epidemiológicos, los avances en investigación y la puesta en marcha de mejores prácticas para detectar y mitigar riesgos. Este enfoque conjunto de trabajo fortalecerá las capacidades a nivel local para gestionar los brotes, además, permitirá anticiparse a posibles amenazas en otras regiones del mundo. La cooperación en investigaciones científicas, el desarrollo de tecnologías de diagnóstico rápido y la formación de redes de comunicación entre países, son pasos esenciales para abordar el problema de seguridad alimentaria de un modo integral.
El informe apunta que los métodos actuales de detección se basan en identificar ácidos nucleicos virales, pero esto no siempre confirma si el virus detectado es infeccioso. Factores como la complejidad de los alimentos y la baja concentración de los virus, dificultan la efectividad de estos procedimientos.
Los investigadores han identificado algunas lagunas críticas, como el impacto del cambio climático, donde las alteraciones en los ecosistemas afectan a la transmisión de los virus alimentarios. La necesidad de realizar avances en los métodos de detección molecular para superar limitaciones técnicas. La falta de datos a nivel mundial especialmente en regiones de bajos ingresos con sistemas de vigilancia menos desarrollados, algo que ocurre sobre todo en los países en vías de desarrollo.
Los responsables del análisis también alertan sobre los virus emergentes que están vinculados a los alimentos, como la encefalitis viral que es transmitida por las garrapatas y que se asocia al consumo de leche cruda y quesos no pasteurizados. Otro ejemplo es el virus Nipah que se transmite por los alimentos contaminados con la saliva o la orina de murciélagos frugívoros.
La FAO y la OMS han recomendado a los países fortalecer su capacidad técnica para detectar y controlar los virus alimentarios, esto incluye la capacitación del personal sanitario, el desarrollo de metodologías avanzadas y la implementación de estrategias preventivas, como las mejoras en la higiene y los procesos de producción alimentaria. Paralelamente, la FAO ha presentado una convocatoria para recopilar datos y requiere expertos en el estudio del género bacteriano Clostridium spp., bacterias que son responsables de enfermedades graves como el botulismo. Con esta iniciativa se persigue mejorar la comprensión de su prevalencia en los alimentos y desarrollar estrategias efectivas para su control.
La aparición de enfermedades transmitidas por los alimentos será cada vez más frecuente debido, en parte, por el cambio climático, que altera las condiciones ambientales y facilita la proliferación de microorganismos patógenos. Las temperaturas elevadas, las alteraciones en los patrones de las precipitaciones y la mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, favorecen la propagación de bacterias, virus y parásitos que pueden contaminar los alimentos. Además, hay que decir que el cambio climático afecta a la producción agrícola y a la cadena de suministros, lo que puede aumentar el riesgo de contaminación durante la cosecha, el procesamiento o la distribución.
Ante este escenario, es muy importante incrementar los esfuerzos en la prevención y el control de estas enfermedades, poniendo en marcha medidas de higiene más estrictas, mejorando la vigilancia sanitaria y promoviendo la educación pública sobre prácticas alimentarias seguras. A través de este enlace (Pdf) podréis conocer al completo el informe de la OMS y la FAO.
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