El sistema de aprobación de nuevos alimentos en la Unión Europea es un marco regulatorio implementado para garantizar la seguridad y la innovación alimentaria, que actualmente se enfrenta importantes desafíos que limitan su eficiencia y adaptabilidad. Desde su creación en el año 1997, este sistema ha evolucionado para responder a las necesidades de la industria agroalimentaria que está en constante innovación, pero con dificultades que generan críticas por parte de la industria y de los expertos en seguridad alimentaria.
Inicialmente el sistema fue diseñado con un alcance limitado, recibiendo pocas solicitudes en sus primeros años, sin embargo, a medida que la innovación y la demanda crecían, se introducían actualizaciones para hacer frente a ese aumento de las solicitudes que actualmente ascienden a unas 40 anuales. El procedimiento incluye verificar si un alimento es efectivamente “nuevo”, la preparación de un expediente técnico exhaustivo y garantizar que los alimentos sean seguros, no engañosos y sin desventajas nutricionales.
Sin embargo, el proceso sigue siendo lento y complicado, con algunas barreras que afectan tanto a las empresas alimentarias como a los consumidores. Según Hans Verhagen, experto en seguridad alimentaria y consultor en la empresa Food Safety & Nutrition Consultancy, las numerosas preguntas y requerimientos técnicos de la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) pueden retrasar de forma considerable la aprobación de los alimentos innovadores. Esta situación se ve agravada por la falta de adaptabilidad para gestionar las crecientes solicitudes relacionadas con las proteínas alternativas y las tecnologías emergentes como, por ejemplo, los nanomateriales o los alimentos de cultivo celular.
Un punto que se destaca de la actual regulación es la atención que se presta a los alimentos tradicionales de terceros países, que cuentan con un historial de consumo seguro fuera de la Unión Europea. La legislación de 2018 introdujo un procedimiento simplificado para estos productos, lo que permite su aprobación mediante una simple notificación en lugar de un expediente completo, siempre que no existan objeciones de seguridad.
De este modo se ha permitido la entrada de alimentos como el fonio (cereal antiguo) o las bayas de haskap, productos que podrían enriquecer la diversidad gastronómica europea y fomentar la innovación alimentaria. Sin embargo, estos procedimientos simplificados no están exentos de críticas, ya que algunos consideran que deberían aplicarse evaluaciones de seguridad más exhaustivas para garantizar la salud pública, y es que en realidad las reglas deberían aplicarse por igual y no favorecer a terceros países.
A pesar de las mejoras que se han ido introduciendo, existen áreas grises a la hora de aplicar el reglamento de nuevos alimentos. Por ejemplo, la regulación del año 2021 introdujo un requisito de transparencia, lo que obliga a que todo el proceso de evaluación sea de carácter público. Este proceso refuerza la confianza del consumidor, pero expone a las empresas a sufrir una competencia desleal, ya que cualquier detalle técnico se pone en conocimiento de la competencia.
Hay que añadir que la detección y regulación de los alimentos que entran al mercado comunitario sin aprobación previa, es un tema que sigue siendo un desafío. Algunos estudios recientes han identificado decenas de productos no evaluados que se comercializan en la Unión Europea, lo que pone en entredicho la capacidad de las autoridades comunitarias para hacer cumplir las normativas.
No hay duda de que el reglamento sobre nuevos alimentos ha sido un paso importante para garantizar la seguridad alimentaria y fomentar la innovación en Europa, pero como comentan aquí, para que sea realmente efectivo, es necesario enfrentarse a los problemas estructurales que complican los procesos de aprobación, así como las tensiones entre innovación, transparencia y regulación. Es decir, los desafíos para equilibrar los tres objetivos importantes y en ocasiones conflictivos en el sistema de aprobación de nuevos alimentos en la Unión Europea.
En un mercado dinámico y globalizado es necesario que las normativas sean lo suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios que se producen de forma constante, pero también deben ser lo suficientemente rigurosas para proteger a los consumidores y garantizar una competencia justa. La Unión Europea tiene la oportunidad de ser líder con un sistema que equilibre los objetivos y potencie la llegada de alimentos innovadores y tradicionales al mercado.
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