Estamos a cierta distancia temporal de la Navidad, pero los supermercados llevan semanas anunciándola, poniendo a la venta algunos de los productos tradicionales de esas fechas, como los turrones. Y descubrimos novedades de este sector que, dicho sea de paso, se presentaron en primavera, nos provocan ahondar en un tema del que ya hablamos el año pasado en el post ¿Turrones o laminerías?
No estamos suficientemente informados sobre todos los turrones modernos que hay en el mercado, pero sabemos que son muchos y a los que hay, se suman cada año más. Tenemos que reconocer que algunos de estos turrones los hemos probado, hay que probar para poder opinar. Quizá el más extraño fue el de patatas chips y qué decir… Puede estar rico un turrón con patatas fritas, pues sí, estaba delicioso.
La base del turrón es un praliné de nueces de macadamia tostada, con chocolate y caramelo, y de las patatas se percibe la nota salada y la textura crujiente, sorprendentemente. No se puede obviar el gran trabajo que han realizado para conseguir esa combinación de sabores y texturas, y que se mantenga durante semanas, y meses. Pero, lo compramos y lo comemos porque es un dulce que está rico o porque es un dulce navideño.
En nuestro caso particular, es posible que no lo volvamos a comprar nunca más, ya sabemos que está rico, como otros tantos dulces que, como buenos golosos, comeríamos sin más. Mientras que el turrón de Jijona, el de Alicante, el de nata-nueces, el de guirlache, el de chocolate u otros tradicionales, sí los comeremos cada Navidad.
Lo que quizá hagamos es probar alguno de los nuevos lanzamientos de los ya populares ‘turrones de autor’. Sabréis que para estas fiestas ya se han presentado nuevos “turrones” con ingredientes fuera de lo común, como azafrán, pino, algarroba, plancton, curry, manzana de feria, cerveza, vermut… Y entrecomillamos ‘turrones’ porque como ya vimos en el post del año pasado, el término ‘turrón’ tiene una definición y es la siguiente: Dulce, por lo general en forma de tableta, hecho de almendras, piñones, avellanas o nueces, tostado todo y mezclado con miel y azúcar.
Son turrones de autor porque la empresa turronera ha contado con la colaboración de cocineros y pasteleros creativos. Ya conocíamos los turrones de Jordi Roca, Albert Adrià o Dabiz Muñoz, entre otro, y a ellos se han sumado reconocidos chefs como Ángel León y Quique Dacosta. Y posiblemente habrá más.
Turrones tradicionales y turrones de autor: La superioridad de la tradición sobre la innovación
No hay duda de que los turrones de autor han ganado popularidad, la gastronomía sigue estando de moda y ahora no es necesario explicar a cualquier conocido o vecino quién es X chef porque los más reconocidos en el sector gastronómico profesional, ahora también son conocidos por los aficionados, aunque más por sus apariciones televisivas que por sus restaurantes.
No obstante, a pesar de que los cocineros y postreros ofrezcan versiones innovadoras del dulce estrella de la Navidad, la realidad es que los turrones tradicionales, como los de Jijona y Alicante, siguen siendo los verdaderos protagonistas. Su historia, su autenticidad, su método de elaboración, sus ingredientes y su sabor, los convierten en un legado cultural que perdura, y debe ser celebrado y respetado.
El turrón tradicional, como el de Jijona o el de Alicante, es mucho más que un dulce navideño, es una expresión de patrimonio cultural. Este tipo de turrón ha sido elaborado durante siglos con ingredientes locales como la almendra y la miel, y sigue una técnica transmitida de generación en generación, adaptada a las nuevas tecnologías.
Muchas familias esperamos las fiestas navideñas para volver a disfrutar del sabor exclusivo de los turrones tradicionales que además de deliciosos, representan una conexión con la familia, con la identidad y con la historia gastronómica española. La Navidad no sería la misma sin estos turrones clásicos, símbolo de autenticidad que celebra el pasado y da continuidad a las tradiciones en cada hogar.
Los turrones de autor representan una visión moderna que combina técnicas culinarias innovadoras con sabores y texturas inesperadas. Chefs reconocidos reinterpretan el turrón tradicional y buscan ofrecer una experiencia novedosa, añadiendo ingredientes inusuales o inspirándose en otras culturas. Aunque estas creaciones no reemplazan el turrón clásico, sí generan interés en nuevos públicos y posicionan el turrón como un producto gastronómico de alta gama.
Quizá debemos pensar que la coexistencia de turrones tradicionales y de autor son una extensión de las posibilidades del turrón como símbolo navideño, ¿o deberíamos insistir en que se denominaran ‘laminerías’ o con otro nombre en particular? En cualquier caso, asociar el turrón con el nombre de un chef destacado aporta un valor simbólico, haciendo de cada creación una pieza de autor que se disfruta como un pequeño lujo accesible, que es lo que sus consumidores suelen buscar.
¿Quién se beneficia de las propuestas de los turrones de autor?
Estas creaciones acercan al consumidor a la cocina de autor en un formato más accesible que una cena en un restaurante de alta gama, pero desde luego, esa cercanía no tiene nada que ver con la experiencia de sentarse en la mesa de uno de estos chefs. Por lo que el mayor beneficio es para las marcas y para los cocineros. Los fabricantes encuentran en estas ediciones limitadas un producto distintivo que atrae a nuevos clientes y genera interés estacional, mientras que para los chefs, es una oportunidad de llegar a un público amplio y ganar visibilidad más allá de sus espacios habituales.
Innovación y respeto por la tradición: ¿puede coexistir?
Tanto el turrón tradicional como el de autor pueden tener su lugar en la mesa navideña. Celebrar con ambos tipos de turrón, cada uno en su contexto, nos permite disfrutar lo mejor de dos mundos: la calidez de lo familiar y el entusiasmo por lo inesperado. Al final, ambos son un reflejo de la riqueza de la cultura gastronómica y del potencial de la creatividad para seguir reinventando el sabor y mantener el espíritu de la Navidad. El verdadero turrón preserva una herencia invaluable, mientras que el dulce de autor abre nuevas posibilidades de sabor y disfrute, pero con una existencia más corta.