Anteriormente hemos hablado de las evidencias existentes acerca de la conexión entre el intestino y el cerebro (eje intestino-cerebro), se puede citar por ejemplo una investigación del Instituto Zuckerman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), que descubrió una nueva vía de comunicación intestino-cerebro que promueve la ingesta de alimentos grasos. Pues bien, hoy conocemos otra investigación que ha permitido descubrir una nueva vinculación del eje intestino-cerebro, y según los resultados, comer alimentos nutritivos provoca la liberación de serotonina.
La serotonina es una sustancia química en el cerebro, que ayuda a transmitir señales entre las neuronas, siendo conocido su impacto en el estado de ánimo. Unos niveles elevados de serotonina suelen asociarse con sensaciones de felicidad y bienestar, mientras que los niveles bajos pueden causar ansiedad o depresión. Pero además de influir en como uno se siente, tambien es responsable de regular funciones importantes como el sueño, el apetito, la digestión, etc., siendo clave en la salud del cuerpo y la mente.
Durante los últimos años los científicos han aprendido mucho sobre la importancia de la conexión entre el intestino y el cerebro, y en este sentido, el acto de comer es especialmente interesante ya que provoca que el sistema nervioso interactúe con señales ambientales, fisiológicas y metabólicas. De hecho gracias a la mayor comprensión han aparecido elementos como los psicobióticos, es decir, probióticos que, al ser ingeridos, pueden influir positivamente en la salud mental al interactuar con el eje intestino-cerebro.
Volviendo a la investigación realizada por expertos de la Universidad de Bonn (Alemania) y la Universidad de Cambridge (Reino Unido), los investigadores se propusieron adquirir mayor comprensión sobre la conexión entre el cerebro y el esófago durante la alimentación, y concretamente lo que ocurre en estos dos órganos cuando se traga la comida. Un pequeño inciso, recordemos que la comunicación eje intestino-cerebro se facilita a través de distintas vías, el sistema nervioso autónomo, el sistema endocrino, el sistema inmunitario, así como por metabolitos microbianos como, por ejemplo, los ácidos grasos de cadena corta, neurotransmisores como la serotonina y el GABA (ácido gamma-aminobutírico neurotransmisor con efecto calmante en el cerebro).
En vez de analizar los miles de millones de neuronas del cerebro humano, los investigadores trabajaron con larvas de la mosca de la fruta, cuyo sistema nervioso es mucho más pequeño y sólo tiene entre 10.000 y 15.000 neuronas. Con el fin de comprender mejor la estructura, se cortaron las larvas en secciones muy finas, para posteriormente escanearlas con microscopía electrónica, técnica que utiliza un haz de electrones en lugar de luz para crear imágenes de alta resolución de estructuras muy pequeñas, como células o tejidos.
Los datos recabados permitieron reconstruir con detalle todas las neuronas y los órganos que están conectados al sistema nervioso, centrándose especialmente en un nervio concreto que une el intestino de las larvas con el cerebro. La ayuda de los ordenadores fue crucial para convertir las imágenes en modelos tridimensionales que permitieron visualizar las conexiones entre las neuronas, sinapsis por sinapsis (punto de comunicación entre dos neuronas o entre una neurona y otra célula), lo que permitió entender mejor su funcionamiento.
Los expertos destacan una especie de “sensor” en el esófago de las larvas, que conectaba con un grupo de neuronas cerebrales responsables de la producción de serotonina. Parece ser que estas neuronas reaccionaban de una manera específica ante los alimentos consumidos por las larvas. Los investigadores explican que estas neuronas no solo detectan si lo que las larvas comen es realmente comida, también evalúan la calidad de los alimentos. Si la comida tiene valor nutritivo, las neuronas liberan serotonina impulsando a las larvas a seguir comiendo.
Es decir, el cerebro y el sistema nervioso actúan como mecanismo de recompensa, produciendo serotonina cuando se identifica la ingesta de alimentos ricos en nutrientes, de este modo se asegura que las larvas consuman lo necesario para su supervivencia. Los expertos consideran que algo parecido podría tener lugar en el organismo humano, algo que resulta más complicado de investigar dada la complejidad de nuestro sistema nervioso. En este punto, los investigadores se plantean su la serotonina podría estar implicada en otras funciones esenciales, como por ejemplo tragar o controlar procesos vitales.
De confirmarse la existencia de una conexión similar entre el esófago y el cerebro humano, se sentarían las bases para el tratamiento de diferentes trastornos alimentarios como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, la ebriorexia, la ortorexia, etc. Obviamente queda mucho que investigar y por ello los investigadores comentan que es pronto para sacar conclusiones definitivas. Podéis conocer más detalles de esta investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Bonn, y con más detalle en este artículo publicado en la revista científica Current Biology.
Foto 1 | Ensalada de aguacate y mozzarella con pesto de espinacas