Adicción al fast food

Comida basura y patrones neuronales

Una investigación publicada en la revista científica Nature Neuroscience nos da a conocer algunos aspectos sobre la adicción al fast food y cómo los alimentos ricos en grasas pueden llegar a crear dependencia, hasta el punto de realizar una comparativa con la dependencia de otros tipos de drogas o psicotrópicos. Según el estudio, se puede llegar a sufrir el denominado “mono” por no ingerir comida rápida, los investigadores del Scripps Research Institute de California (Estados Unidos) basan sus argumentos en los experimentos realizados con roedores de laboratorio a los que alimentaron con este tipo de alimentos, creándoles una dependencia adictiva que podría extrapolarse a los seres humanos.

La comida basura o fast food actúa como una droga, en el cerebro de un comedor compulsivo se activan las mismas zonas de recompensa que las que se activan en aquellas personas drogadictas, pero además, la alimentación y la obesidad resultante se asocian a un progresivo deterioro de las zonas cerebrales de recompensa, algo que hace que cuanta más comida basura se ingiera, menor será la respuesta de satisfacción del cerebro, obligando al comedor compulsivo a incrementar la ingesta para obtener el placer deseado. La adicción por el fast food por tanto se incrementa y el impulso para disfrutar de una hamburguesa, unas patatas fritas, un batido o helado de chocolate es mucho más fuerte.

Los investigadores del Scripps Research Institute de California han determinado que la actividad neuronal juega un papel muy importante en aquellas personas que son comedoras compulsivas, hasta el punto de que la conclusión muestra que drogadicción y obesidad se basan en elementos neurobiológicos comunes. La alimentación guarda relación con los centros de placer y recompensa cerebrales, en el caso de los roedores, la adicción a la comida basura llegó hasta el punto de que perdían al completo el control sobre su comportamiento alimentario habitual. En los trabajos de investigación se llegaron a utilizar métodos para persuadir a los roedores para que no comieran este tipo de productos, por un lado se ofrecían alimentos como las tartas, el bacon, las salchichas, alimentos ricos en grasas, etc., y por otro alimentos saludables como las frutas o las verduras.

Cada vez que se acercaban a un alimento considerado comida basura, los roedores recibían una descarga eléctrica, sin embargo y a pesar de ello, los animales seguían optando por este tipo de alimentos, demostrándose que se trataba de un impulso que iba más allá de la conciencia, impulso irresistible cuyas consecuencias parecían no tener efecto alguno. En otros experimentos, a los roedores obesos que habían disfrutado de los alimentos que favorecen la obesidad durante un largo tiempo, se les retiró este tipo de alimentación sustituyéndose por productos sanos y naturales, los roedores no los probaron, los especialistas indican que su negación llegó hasta el punto de parecer que preferían morir de hambre antes que probar la nueva alimentación. Se desprende entonces un cambio del patrón cerebral muy significativo, el sistema de recompensa cerebral sólo se activaba ante alimentos fast food.

A través de la publicación digital de El Mundo podemos saber que entre las conclusiones del estudio se muestra que en el desarrollo de la obesidad, la dopamina, una hormona y neurotransmisor del sistema nervioso central que activa los cinco tipos de receptores sensoriales de dopamina – D1, D2, D3, D4 y D5, sufría una alteración y se producía una disminución de los niveles de los receptores D2, sustancia asociada a las experiencias placenteras. Para echar más leña al fuego, los expertos indican que los cambios de los patrones cerebrales y concretamente en el receptor D2, se iniciaban tras la primera ingesta de comida basura. La investigación determinó que al cabo de un día de disfrutar de una comida rica en grasas, el cerebro de los roedores mostraba una actividad similar a la de haber estado comiendo durante varios días, parece evidente la alteración provocada por el fast food en los centros de recompensa.

Finalmente, los investigadores concluyen que una línea de trabajo a tener en cuenta sería aplicar el mismo tratamiento y terapias médicas que se emplean contra la drogadicción, en los tratamientos de obesidad y comedores compulsivos. A través de la publicación científica Nature Neuroscience podemos acceder al estudio detallado en el que se muestran además diferentes gráficos sobre la disfunción del receptor y el comportamiento cerebral, el aumento de peso correlativo a la degradación del sistema neuronal, el comportamiento ante la abstinencia de alimentos fast food, etc.

Si como dicen los expertos, los datos pueden ser extrapolados a los seres humanos, ¿indica esto que la comida basura no hay ni siquiera que probarla para evitar alterar el patrón cerebral y las zonas de recompensa y placer?

Foto | Marshall Astor

Gastronomía y Cia - Mar Gavilán y Javier Muniesa

Mar Gavilán y Javier Muniesa

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