Diversos estudios han concluido que los refrescos y bebidas azucaradas son la principal fuente de azúcares añadidos en la dieta de niños, adolescentes y, en muchos casos, de adultos. Por ello, se ha hablado a menudo de que no se debe demonizar al segmento de los refrescos azucarados, ya que muchos alimentos que podemos encontrar en el mercado también tienen elevadas cantidades de azúcares añadidos, siendo igualmente responsables de problemas como el sobrepeso, la obesidad y enfermedades como la diabetes tipo 1.
Pero hoy conocemos un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), en el que se concluye que el azúcar añadido en las bebidas es más peligroso que el azúcar añadido en los alimentos, lo que justificaría esa «demonización» de la que se queja la industria del sector, y que convierte a refrescos y bebidas azucaradas en la principal diana de la actuación contra el exceso de azúcar en la alimentación.
El estudio es una revisión de más de 200 investigaciones científicas realizadas en todo el mundo, identificadas a través de palabras clave como “azúcar líquido”, “azúcar sólida”, “sacarosa líquida”, “sacarosa sólida”, “frutas” y “jugos de frutas”. La revisión incluyó ocho estudios que compararon directamente los efectos metabólicos de los azúcares líquidos y sólidos en la salud humana. Los resultados mostraron que, en general, los azúcares líquidos conllevan mayor riesgo que los azúcares sólidos añadidos en el riesgo de síndrome metabólico, así como en la resistencia a la insulina y en el aumento de peso.
Además de evaluar las diferencias entre los azúcares líquidos y sólidos en su capacidad para inducir el síndrome metabólico, con esta revisión se quería abrir la discusión sobre posibles mecanismos para explicar las diferencias. Los estudios epidemiológicos respaldan que los azúcares líquidos añadidos, como los que contienen los refrescos, provocan un mayor riesgo de desarrollo del síndrome metabólico en comparación con el azúcar sólido.
En otros estudios se sugería que el zumo de frutas tiene un riesgo relativamente alto de causar aumento de peso y resistencia a la insulina en comparación con las frutas naturales. La evidencia experimental muestra que esto puede deberse a las diferencias en la forma en que se metaboliza la fructosa, que induce a sufrir enfermedades metabólicas al reducir los niveles de energía en las células hepáticas, mediadas por la concentración de fructosa (cantidad y velocidad a la que ingerida, absorbida y metabolizada) a la que se exponen las células.
El azúcar (sacarosa) y el jarabe de maíz de alta fructosa contienen fructosa y glucosa que están presentes en la sacarosa como disacárido, y en el jarabe de glucosa-fructosa, como mezcla de los monosacáridos. La fructosa tiene propiedades relacionadas con su metabolismo único, mientras que la glucosa, se cree que actúa estimulando la producción de insulina y las reservas de grasa. Sobre la fructosa los expertos comentan que es un nutriente único debido a su metabolización en el hígado, que provoca la rápida fosforilación (adición de un grupo fosfato a cualquier otra molécula) a fructosa-1-fosfato (un monosacárido derivado de la fructosa).
La enzima fructoquinasa C aparece como resultado de una rápida disminución de la actividad intracelular, de los niveles de ATP o trifosfato de adenosina (principal fuente de energía de los seres vivos), y de la degradación de la AMP o Adenosín monofosfato. La caída de los niveles de ATP fue documentada a través de la espectroscopia de resonancia magnética del fósforo, en los seres humanos que participaron en los estudios y que tomaron 75 gramos de fructosa oral, provocando que el nivel de ácido úrico aumentara rápidamente, en unos 30 minutos. Esto se demostró que ocurría tanto con las bebidas que contenían jarabe de maíz de alta fructosa, como con las que contenían sacarosa.
Los investigadores comentan que la ingesta abusiva y reiterada de fructosa o sacarosa puede aumentar la actividad del transportador de fructosa Glut5, expresado en la membrana apical de enterocitos en el intestino delgado y el hígado, algo que ocurre tanto con las bebidas que contienen jarabe de maíz de alta fructosa como sacarosa. De la revisión de los estudios también se desprende que las personas con NAFLD (enfermedad del hígado graso no alcohólico) realizan una mayor ingesta de fructosa a través de las bebidas, una mayor expresión de fructoquinasa en el hígado, y una mayor y más rápida absorción y metabolización de las bebidas que contienen fructosa. Lo cierto es que la revisión es extensa y se ha llegado a varias conclusiones, por lo que merece la pena acceder al estudio al completo para conocer con detalle todos los mecanismos que explican por qué es más peligroso el azúcar añadido en las bebidas que el que se añade en los alimentos sólidos.
Resumiendo, los expertos creen que los resultados guardan relación con la concentración y rápida absorción de fructosa en su forma líquida, ya que los líquidos son más fáciles de digerir que los sólidos. La comida sólida retrasa el vaciado del estómago y necesita la acción de las enzimas para descomponer las partículas complejas en componentes químicos para la absorción, con las bebidas el proceso se acelera. Por otro lado, apuntan que existen algunas evidencias de que la glucosa acelera la absorción de la fructosa a través de la membrana de la mucosa del intestino.
Para los investigadores está claro que el azúcar en las bebidas es más peligroso y dañino que el azúcar presente en los alimentos, de ahí que sea necesario centrar los esfuerzos en el segmento de los refrescos y bebidas azucaradas, siendo los resultados una evidencia de por qué es necesario introducir un impuesto en las bebidas azucaradas a fin de desanimar la compra de estas bebidas.
El estudio hizo especial hincapié en explicar los efectos de la fructosa en la salud humana y sus posibles vías de acceso, los investigadores comentan que la fructosa es especialmente dañina para la salud metabólica humana, ya que eleva los niveles de triglicéridos derivando en la mayor resistencia a la insulina, la acumulación de grasa y el aumento de peso. Sobre los efectos de la fruta y los zumos de fruta, según los expertos, la relación con el riesgo de sufrir la enfermedad metabólica era menos directa, destacando que el zumo de frutas parecía tener menos efecto que los refrescos azucarados.
Existe cierta evidencia epidemiológica que asocia la ingesta de zumo de fruta con los efectos metabólicos adversos, pero aseguran que la evidencia no es tan consistente como la de los azucares presentes en los refrescos carbonatados. Los investigadores creen que el azúcar añadido tiende a ser más concentrado que las formas intrínsecas del azúcar (azúcares simples (mono y disacáridos) que contienen los alimentos de forma natural). Claro, que zumos de frutas y refrescos contienen fructosa concentrada, por lo que es probable que sean igualmente perjudiciales, aún así, parece que la evidencia muestra que el daño es más consistente en los refrescos. En general, al hablar de todo el conjunto de bebidas con azúcares, los expertos recomiendan seguir las directrices de la AAP (Academia Americana de Pediatría) sobre el límite diario del consumo de zumos de fruta en los niños.
Dado que el estudio se desarrolló en Nueva Zelanda, los expertos han analizado el consumo de bebidas azucaradas en general en este país, apuntando que en el periodo comprendido entre el año 2002 y el año 2016, el patrón de consumo de bebidas azucaradas se ha ido incrementando año tras año, a diferencia de otros países donde se muestra una reducción paulatina del consumo. Apuntan que en los últimos años se ha producido una reducción de la ingesta en general, pero esto ha sido compensado por un aumento del consumo de las bebidas deportivas y energéticas, por lo que la reducción no es apreciable.
En 2016 el consumo medio de bebidas azucaradas per cápita se estableció en unos 76 litros por año, lo que se traduce en un elevado aporte de azúcar al organismo, este dato provoca que el país esté en tercera posición en el ranking de la tasa de obesidad en el mundo, al respecto, merece la pena retomar la lectura de este post sobre el ranking de países de la OCDE con mayor tasa de obesidad en 2017. Por ello, se hace especial hincapié en tomar medidas que frenen el consumo de refrescos y bebidas azucaradas.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Auckland, y en este otro publicado en la revista científica Obesity.
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