Nuestro organismo tiene una gran capacidad para absorber cobre de los distintos alimentos, aunque poseemos una baja concentración de este oligoelemento indispensable para nuestra vida. El cobre suele almacenarse en nuestro tejido muscular, en la sangre o en el hígado, al menos éstas son las partes orgánicas que más lo acumulan.
La salud se encuentra asociada a los niveles de cobre de nuestro organismo, por ello es importante que no tengamos déficit de este mineral. La actividad enzimática está fuertemente asociada al cobre, además se encuentra ligado a distintas proteínas causantes de la oxidación de otro elemento importante en nuestro organismo, el hierro.
Un déficit de cobre provoca que nuestro organismo no pueda aprovechar el hierro aportado por los alimentos y como consecuencia, se puede padecer una anemia. Además de participar en la síntesis de hemoglobina, el cobre es necesario para la utilización de la vitamina C, en la formación y conservación de los huesos y vasos sanguíneos, en el buen funcionamiento de la glándula tiroides, en los niveles de colesterol, tiene actividad anticancerígena y antigenererativa…
Este mineral está presente en todos los tejidos corporales y desarrolla funciones básicas en nuestro organismo, pero no por ello hay que excederse en sus niveles, pues estos pueden hacer que desciendan nuestros niveles de zinc.
Nuestra dieta debería aportarnos aproximadamente 2 miligramos diarios de cobre, que podemos obtener consumiendo pescado, marisco, hígado de vaca y ternera, trigo integral, alubias secas, guisantes o lentejas, calabaza, tomates, pipas de girasol o nueces entre otros alimentos.
El cobre llega al torrente sanguíneo aproximadamente quince minutos después de haberlo ingerido, es absorbido en el estómago y en el intestino delgado. Consume una dieta variada y equilibrada para cubrir todas las necesidades de tu organismo, una buena alimentación evita tener que recurrir a los suplementos.