A pesar de que la Unión Europea se enfatiza en establecer regulaciones estrictas para proteger la salud de sus ciudadanos y el medioambiente, existe una paradoja que resulta inquietante y que afecta tanto a la sociedad europea como a los países en vías de desarrollo. En la Unión Europea se continúas fabricando y exportando pesticidas cuyo uso están prohibidos en suelo comunitario, productos químicos peligrosos que terminan volviendo a los mercados europeos a través de alimentos importados. Es lo que se conoce como “plaguicidas boomerang” que revelan las inconsistencias de las políticas comerciales y de salud pública europeas, que desgraciadamente priorizan el beneficio económico sobre la salud y el medioambiente.
Aunque ya explicamos en su momento que son los plaguicidas boomerang, explicaremos brevemente de que se trata. Los plaguicidas boomerang son productos fitosanitarios que, aunque su uso está prohibido en suelo comunitario debido a sus efectos tóxicos, se siguen produciendo en Europa para ser exportados a terceros países donde las regulaciones son menos estrictas. El término boomerang hace referencia a cómo estos pesticidas salen de Europa y vuelven a los mercados europeos a través de alimentos importados como las frutas y las verduras, que han sido tratadas con estas sustancias prohibidas en su país de origen.
Esta práctica ha sido denunciada por diversas organizaciones ambientalistas y de consumidores, como por ejemplo Greenpeace y Foodwatch, que llevan años exigiendo el fin de este doble rasero. Y es que la paradoja es muy obvia, mientras los pesticidas son considerados demasiado peligrosos para los ciudadanos europeos, se permiten su exportación a países donde las normativas ambientales y de salud pública son más débiles. El resultado es que estos productos químicos se utilizan en ellos y regresan a la Unión Europea como residuos que están presentes en los alimentos importados, exponiendo nuevamente a los consumidores europeos a un peligro para la salud.
En el año 2020 la Comisión Europea presentó la Estrategia del Campo a la Mesa (Farm to Fork), una ambiciosa iniciativa diseñada para hacer que los sistemas alimentarios de la UE sean más sostenibles y respetuosos con el medioambiente. Uno de los objetivos clave de esta estrategia es reducir el uso de plaguicidas tóxicos y detener la exportación de pesticidas prohibidos a esos terceros países. Sin embargo, a pesar de las promesas, no se han tomado medidas concretas para implementar esta prohibición, ya que se sigue hablando del tema en un claro deseo de alargar la situación.
Recordemos que el año pasado el Parlamento Europeo manifestó su intención de reducir el uso y riesgo de todos los pesticidas químicos un 50% para 2030, además quería reducir en un 65% los productos fitosanitarios catalogados como más peligrosos. Pero de momento se siguen realizando negociaciones con los estados miembros, pero la realidad es que Europa tiene una dependencia muy elevada de los pesticidas, siendo un escollo importante para alcanzar algunos objetivos.
Seguramente más de un lector se preguntará por qué la Comisión Europea no ha cumplido su promesa, y es que probablemente la respuesta sean las fuertes presiones ejercidas por los lobbies de grandes compañías químicas como BASF o Bayer, que se oponen a cualquier regulación que limite sus oportunidades de negocio en los mercados internacionales. Un informe reciente revelaba que estas compañías han estado presionado a los responsables políticos para que no adopten esas regulaciones más estrictas, y en especial en materia de pesticidas y otros productos fitosanitarios.
A esto hay que añadir que existen otros factores que influyen en el incumplimiento, como los acuerdos comerciales que favorecen la liberalización del comercio, un ejemplo es el tratado entre la UE y Mercosur, que favorece que estas prácticas continúen. Algunas organizaciones como Public Eye, (organización no gubernamental suiza que se dedica a investigar y denunciar las prácticas comerciales y corporativas que afectan negativamente a los derechos humanos y el medioambiente, especialmente en países en desarrollo), denuncian que estos acuerdos perpetúan un sistema de intercambio comercial, en el que los países en vías de desarrollo se ven obligados a aceptar productos peligrosos para satisfacer la demanda de los mercados europeos
El caso es que el impacto de los plaguicidas boomerang va más allá de la salud de los consumidores europeos, en aquellos países donde se utilizan sufren efectos devastadores tanto para las comunidades locales como para el medioambiente. Un estudio de Public Eye realizado en el año 2018 concluía que más de 80.000 toneladas de pesticidas con sustancias prohibidas en la UE, fueron exportadas a países como Brasil y México. A nivel ambiental, se ha demostrado que algunos de estos pesticidas matan a las abejas, insectos esenciales para la polinización y la producción de alimentos. Tambien hay que destacar que contaminan los suelos agrícolas y las fuentes de agua, afectando de forma grave a los ecosistemas locales. Un dato relevante es saber que la mayoría de los casos de intoxicación por pesticidas se producen en países en desarrollo, donde los trabajadores agrícolas a menudo no cuentan con la protección adecuada ni con los sistemas efectivos para gestionar el uso de estas sustancias.
Volviendo al tema de la seguridad alimentaria, uno de los problemas más graves de los plaguicidas boomerang es su presencia en los alimentos importados que terminan en las mesas de los consumidores europeos. Según la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) en este informe que presentó en el 2022 se detectaron residuos de hasta 16 pesticidas diferentes en los tomates y 15 en las fresas procedentes de países fuera de la UE.
En el año 2021 los Países Bajos exportaron pesticidas prohibidos como los insecticidas neonicotinoides, particularmente peligrosos para los insectos polinizadores. Un estudio reciente también mostró la presencia de residuos de neonicotinoides en alimentos importados como el café de Brasil y la okra de la India. Estos alimentos al ser consumidos por la población europea, suponen una seria amenaza para la salud. Tambien se ha detectado la presencia de propargita, un acaricida prohibido en la UE por sus posibles efectos cancerígenos, en productos como las naranjas de Egipto y otras verduras de la India.
La lucha contra los plaguicidas boomerang no depende sólo de los organismos internacionales y las ONGs, los consumidores europeos tienen un papel importante en esta batalla. En este sentido, Foodwatch ha lanzado campañas para recoger firmas (ver campaña), presionar a las grandes empresas químicas y a la Comisión Europea para que tomen medidas que sean definitivas, y es que es necesaria la participación activa como un medio para exigir que se ponga fin a la producción y exportación de esos pesticidas peligrosos que al final acaban en las mesas de los consumidores. Como consumidores podemos hacer mucho, por ejemplo comprar productos locales o certificados como libres de pesticidas, dejando a un lado esos alimentos de terceros países que pueden resultar peligrosos.
No hay duda de que es necesario que se ponga en marcha cuanto antes una legislación más estricta y transparente que acabe con los plaguicidas boomerang. Además de la información de la citada campaña de Foodwatch, os recomendamos leer este interesante documento (Pdf) titulado “Dobles estándares tóxicos. Cómo Europa vende al resto del mundo productos considerados demasiado peligrosos para los europeos.
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