El desperdicio alimentario es un problema global que tiene implicaciones graves y como hemos comentado en otras ocasiones, en esta lucha cada pequeño esfuerzo marca una diferencia. Cada día más de mil millones de comidas se tiran en hogares de todo el mundo, es decir, el equivalente a una comida diaria para cada persona que pasa hambre en el mundo. A esto hay que añadir que al tirar los alimentos se desperdician los recursos y la energía que han sido necesarios para producirlos.
Y no acaba todo ahí, hay que sumar también las emisiones de los gases de efecto invernadero que se han generado durante la producción de esos alimentos, así como las que se generan al tirarlos. Por tanto y dada la magnitud del problema, es necesario subrayar la importancia de que tanto los gobiernos, como las empresas y los consumidores, realicen esfuerzos para reducir en la medida de lo posible la penosa situación, aunque sean pequeños esfuerzos.
Según el Centro de Estudios del Parlamento Europeo, en la Unión Europea el desperdicio alimentario es un tema particularmente preocupante. Los datos señalan que en el año 2021 se desperdiciaron alrededor de 60 millones de toneladas de alimentos, lo que supone que cada europeo tiró 131 kilos de comida, y según este servicio de investigación, más de la mitad del citado desperdicio lo generaron los hogares.
La pérdida de alimentos supone un enorme coste económico calculado en unos 132 mil millones de euros anuales, por otro lado, el coste de la recolección y tratamiento de estos residuos supera los 9 mil millones de euros. Sobre el coste medioambiental, hay que destacar que esos 60 millones de toneladas de alimentos desperdiciados generaron 254 millones de toneladas de dióxido de carbono, y consumieron 342 mil millones de metros cúbicos de agua, un recurso valioso que cada vez es más escaso.
El problema del desperdicio alimentario contrasta con la pobreza alimentaria que se vive en la Unión Europea, donde más de 37 millones de personas no pueden permitirse una comida correcta que contenga carne, pescado o su equivalente vegetal cada dos días, lo que pone al descubierto la contradicción de un sistema alimentario que genera demasiado para algunos y escasez para otros. Según el European Parliamentary Research Service, en Europa, donde se supone que la disponibilidad de alimentos está asegurada, la asequibilidad se está convirtiendo en un problema creciente para muchos ciudadanos.
Ante esta situación de crisis, se asegura que la UE intensifica sus esfuerzos para reducir el desperdicio de alimentos, recordemos que el año pasado podíamos saber que la comisión Europea presentó el paquete de medidas Fit for 55, donde se incluía la obligación legal para todos los países de la UE de reducir el desperdicio alimentario en un 30% per cápita para el año 2030, siendo esta una de las medidas ambiciosas que buscan cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Ahora se habla de una reducción del 20% en el desperdicio generado por el procesamiento y la fabricación de alimentos, y una reducción del 40% en el desperdicio per cápita en los sectores de venta minorista, servicios de catering y hogares. Pero si analizamos las noticias de cada año, veremos que las cifras de cumplimiento varían.
En 2025 se implementarán nuevas normativas que permitirán la comercialización de frutas y verduras con imperfecciones estéticas pero completamente comestibles, quizá algunos comercios tendrán en cuenta las técnicas de marketing para vender frutas y verduras feas, recordemos la antropomorfización de esos alimentos, una práctica en la que se les ponen ojos o nombres propios, de ello hablábamos en este post.
Se asegura que con estas normativas, además de reducir el desperdicio alimentario en las primeras fases de la cadena de suministro, se promoverá un cambio de mentalidad en los consumidores dirigido a una mayor aceptación de productos; a pesar de que no se ven perfectos, son igualmente nutritivos y seguros para su consumo. De todos modos hay que recordar que muchos de los estándares de mercado fueron implantados por la UE, a quienes se ha denunciado en varias ocasiones por la falta de comunicación y organización que permite trabajar de forma conjunta y alinear las distintas políticas y estructuras con el objetivo de reducir los residuos de alimentos. Ahora parece que se ponen las pilas.
El Centro de Estudios del Parlamento Europeo destaca que los consumidores tienen un papel crucial en esta batalla contra el desperdicio alimentario, apuntando que unos pequeños cambios en los hábitos de compra y consumo, pueden tener un impacto significativo, como comprar sólo lo necesario, planificar las comidas y aprovechar las sobras, almacenar correctamente los alimentos y ser más flexibles con la apariencia de algunos alimentos que no cumplen con los estándares estéticos, como por ejemplo las frutas y verduras feas.
Reducir el desperdicio de alimentos beneficia al medio ambiente y a la economía, ayuda a combatir la pobreza alimentaria, permite incrementar la disponibilidad de recursos, etc., pero se trata de un trabajo conjunto en el que deben participar gobiernos, empresas y consumidores, siendo el único camino para lograr alcanzar un sistema alimentario más sostenible y equitativo.
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