El uso de las botellas de plástico se ha incrementado de forma alarmante en los últimos años, hace una década se comercializaron 300.000 millones de botellas de plástico, el año pasado la cifra se situó en 480.000 millones y las previsiones estiman que para el año 2021 la cifra se incrementará en un 20%, alcanzando las 583.300 millones de unidades, según un informe sobre tendencias globales de envases de Euromonitor International. A la vista de los datos, algunos grupos ambientalistas hablan de una catástrofe ambiental tan grave como la ocasionada por el cambio climático.
La industria que impulsa de forma significativa el aumento del uso de estos envases es la del agua embotellada, países como China tienen un aparente deseo insaciable de consumir agua embotellada, aunque en realidad habría que hablar de toda la zona de Asia. Recordemos que en el año 2013 un informe de Canadean mostraba que el consumo de agua embotellada en China se había duplicado y se auguraba que terminaría superando el consumo de Estados Unidos convirtiéndose en líder mundial, pero hay que tener en cuenta este último país, su consumo también aumenta de una forma significativa, basta con dar un vistazo a este informe elaborado por Mintel el año pasado.
La mayoría de estas botellas de plástico se fabrican con tereftalato de polietileno (Pet), un tipo de plástico muy usado en envases de bebidas que, a pesar de su elevado grado de reciclaje, el 91% de estos envases no son reciclados, así se desprende de los resultados obtenidos en un estudio publicado por la revista científica Science Advances y realizado por Roland Geyer, profesor en la Universidad de California especializado en ecología industrial. Los dos hechos, el elevado consumo (en el mundo se compran un millón de botellas de plástico por minuto) y lo poco que se recicla, deberían servir para evitar la indiferencia ante el problema que muestran la mayoría de consumidores.
Teniendo en cuenta que el PET tarda unos 400 años en descomponerse de forma natural en el medio ambiente, es prioritario trabajar en el reciclado para evitar que estos restos plásticos acaben en vertederos y océanos, como ya hemos comentado, este material aunque no es biodegradable es altamente reciclable. Los expertos explican que si la tendencia se mantiene, en los próximos 30 años se producirán cuatro veces más residuos plásticos, para el año 2050 se habrán producido unos 26.000 millones de toneladas métricas de estos residuos y al menos la mitad, se encontrarán en los vertederos y en el medio ambiente. En el siguiente gráfico, podéis ver un histórico, así como la proyección de la producción y eliminación de los residuos plásticos primarios, lo que nos da una idea de la situación.
Una gran parte de estos residuos terminan en el océano, por lo que no es de extrañar que microplásticos y nanoplásticos tengan una notable presencia en los alimentos marinos, recordemos que se está evaluando el riesgo potencial que pueden tener estos materiales para los consumidores, ya que existe poca información sobre cómo llegan estos materiales a los alimentos, su nivel de toxicidad y sus efectos en el ser humano, de ello hablábamos aquí. Sobre este tema, merece la pena recordar la lectura de este post en el que hablábamos de un informe titulado “Plásticos en el pescado y el marisco” elaborado por Greenpeace, en el que se realizaba una revisión de la información existente sobre la presencia de microplásticos en el organismo de las especies marinas con las que el hombre se alimenta.
Aunque se ha hablado últimamente sobre contaminación con microplásticos en los mares y en los alimentos marinos con los que se abastece el ser humano, no hay que olvidar que estos residuos también están presentes en los suelos agrícolas. Expertos del Instituto Noruego de Investigación del Agua alertaron sobre la significativa presencia de microplásticos en las tierras de cultivo y están investigando para saber cómo estos materiales pueden afectar a la productividad y la seguridad alimentaria.
Si la situación no cambia, a este paso y según los datos de los estudios y estimaciones, casi se podría decir que en los océanos habrá más plástico que peces para el año 2050. El problema tiene una enorme dimensión, por un lado se recicla muy poco, y por otro, la demanda de plástico aumenta de forma significativa año tras año. El reto ahora es controlar los residuos plásticos, una tarea que requiere un enfoque a escala global, estudiar y desarrollar nuevas formulaciones plásticas, llevar a cabo nuevas estrategias de reciclaje, rediseñar los envases, concienciar a los consumidores, etc.
En este artículo publicado en el periódico digital The Guardian, explican que menos de la mitad de las botellas de plástico que se comercializaron en 2016 fueron recogidas para el reciclaje, de ellas, sólo el 7% se convirtieron en nuevas botellas. Se apuesta por un cambio hacia una economía circular a fin de que estos envases sean reutilizados eliminando el sistema de usar y tirar, claro, que esto implicaría un cambio en la reformulación, ya que la mayoría de estas botellas se han concebido para un solo uso.
Se habla del peligro de los residuos plásticos, pero también sería interesante recordar que la fabricación de estos envases conlleva un enorme desperdicio de recursos energéticos y agua, sobre ello hablábamos en este post titulado «El coste oculto del agua embotellada». El problema es realmente grave y las empresas son plenamente conscientes de ello, pero parece que prefieren que se fabriquen botellas nuevas en vez de reciclar las existentes, basta con saber que según Greenpeace, las seis empresas de bebidas más importantes del mundo usan un promedio combinado de sólo un 6’6% de Pet reciclado (RPet) en sus productos, otras compañías ni siquiera plantean el aumento del uso del plástico reciclado, entonces ¿de que sirve anunciar que estos envases se pueden reciclar? Los activistas medioambientales presionan a las grandes compañías para que incrementen el uso del plástico reciclado, pero parece ser que por razones estéticas descartan utilizar el RPet, ya que las botellas no aparecen tan brillantes e inmaculadas como las nuevas.
Es evidente que ante el peligro que supone el plástico para los océanos y el medio ambiente en general, la industria de las bebidas debe reducir su huella del plástico. Pero una cosa está clara, debido a la mayor demanda de plástico, es muy poco probable que esta huella se reduzca, se trata de un desafío global que implica una cooperación internacional difícil de alcanzar a corto y medio plazo.