Según los resultados de una investigación realizada por expertos de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos), una dieta rica en grasas podría causar ansiedad. Los investigadores comentan que el estudio se ha realizado con roedores de laboratorio, pero probablemente los resultados se pueden trasladar al ser humano, aunque serán necesarias nuevas investigaciones.
De hecho, algunos estudios realizados con seres humanos han demostrado que al reemplazar una dieta basada en alimentos ultraprocesados y ricos en grasas y azúcares por una dieta más saludable, se pueden reducir problemas como la depresión y la ansiedad de forma notable. Los expertos explican que algunas personas buscan en la comida basura un alivio a las situaciones de estrés y ansiedad, pero esta es una elección contraproducente que termina agravando el problema.
Según la investigación realizada, una dieta rica en grasas altera la flora intestinal, modifica el comportamiento y, a través de la compleja vía de comunicación entre el intestino y el cerebro, se ven afectadas sustancias químicas cerebrales propiciando la aparición de la ansiedad. Sin embargo, no hay que olvidar que según una investigación del Instituto Zuckerman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), existe una vía de comunicación intestino-cerebro que promueve la ingesta de alimentos grasos (el intestino le dice al cerebro lo que quiere y necesita).
Los expertos comentan que las personas saben que este tipo de alimentos ricos en grasas y azúcares no son saludables, pero sólo se tiende a pensar en ellos en términos de aumento de peso, si además se entendiera que también favorecen la aparición de problemas como la ansiedad, los riesgos se sopesarían de forma más significativa (algo que dudamos). En anteriores investigaciones se ha constatado que roedores de laboratorio alimentados con una dieta rica en grasas y principalmente grasas saturadas, sufrían un incremento de la neuroinflamación y comportamientos asociados a la ansiedad.
En este sentido, merece la pena recordar que según una investigación de la Facultad de Medicina Charles E. Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida, los alimentos ultraprocesados que se asocian a un mayor contenido en grasas saturadas, así como colorantes, conservantes, emulsionantes, saborizantes, etc., se relacionan con el riesgo de tener peor salud mental, como depresión o ansiedad.
En el estudio para determinar la relación entre la ingesta de grasas y la ansiedad, los expertos dividieron a los roedores de laboratorio en dos grupos, el primero recibió una dieta estándar con un volumen medio de un 11% de grasas durante un periodo de nueve semanas. El segundo grupo recibió una dieta con un contenido del 45% de grasas principalmente saturadas que procedían de alimentos de origen animal (los investigadores apuntan que la dieta típica estadounidense tiene una media de un 36% de grasas).
Se realizó un seguimiento analizando la microbiota y muestras fecales de los animales para detectar alteraciones de las poblaciones bacterianas. Al finalizar el periodo de estudio se determinó que los roedores que siguieron una dieta rica en grasas no sólo aumentaron de peso, también sufrieron una variación de las comunidades bacterianas intestinales reduciéndose su diversidad, lo que se traduce en tener un peor estado de salud. Los análisis mostraron además un incremento de grupos taxonómicos específicos como los Firmicutes y una reducción de los Bacteroidetes, desequilibrio que se relaciona con la obesidad.
Los resultados del estudio revelan que hay una mayor expresión de genes involucrados en la producción y señalización de serotonina en una región del tronco encefálico que está asociada a la ansiedad y el estrés. Los expertos apuntan que aunque la serotonina se considera una «sustancia química del bienestar», ciertos subconjuntos de neuronas pueden desencadenar respuestas de carácter ansioso cuando se activan, y una mayor expresión de estos genes en el cerebro sugiere una firma molecular de ansiedad elevada.
Los investigadores explican que aunque la relación y comunicación entre el intestino y el cerebro no se comprende completamente, se cree que un microbioma desequilibrado afecta el revestimiento intestinal, lo que permite que las bacterias entren en la circulación sanguínea y se comuniquen con el cerebro a través del nervio vago. Se concluye que una dieta rica en grasas saturadas y especialmente en edades tempranas, puede incrementar el nivel de ansiedad a corto plazo y predisponer al cerebro a sufrir sus consecuencias.
Por ello, se recomienda mantener una flora intestinal saludable y para ello es necesario disfrutar de una dieta sana y equilibrada, con frutas, verduras, alimentos fermentados, etc., y por supuesto, limitar lo máximo posible aquellos alimentos que contienen grasas saturadas. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la universidad, y en este otro publicado en la revista científica Biological Research.
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