La ganadería industrial tiene graves consecuencias para el medio ambiente, recordemos que es responsable del 14’5% de las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) a nivel mundial, y de esos gases, los más peligrosos y más potentes que el CO2 son el metano y el óxido nitroso, cuyo coste medioambiental es muy elevado. Estas emisiones se realizan de forma directa (de los propios animales) e indirecta, es decir, derivan del modelo agrícola actual y dependen del petróleo, los fertilizantes, los productos fitosanitarios, etc.
Pero también ocurre algo parecido con la industria avícola, cuya actividad es destructiva para el medio ambiente, a pesar de lo que crean algunas personas, sustituir la carne de vacuno por la carne de pollo no es mejor para el planeta, quizá consumir carne de pollo es más saludable que consumir carne de vacuno, pero no es un intercambio ecológico y también se debería reducir su consumo.
Los mataderos generan una gran cantidad de aguas residuales que son liberadas al medio ambiente, la razón es que el procesamiento de las aves requiere una gran cantidad de agua. Esas aguas residuales contienen sangre, grasa, carne, materia fecal, residuos químicos, microorganismos patógenos, etc., es decir, no se trata sólo de agua sucia, es también peligrosa y supone un riesgo para el medio ambiente, ya que contaminan los ecosistemas acuáticos y el agua potable.
A esto hay que añadir los problemas de olor en las zonas donde se encuentran y la gran cantidad de insectos, roedores y otros animales que atraen y que transmiten enfermedades. Los desechos generados en las granjas avícolas industriales como, por ejemplo, el estiércol, los cadáveres, la basura de la actividad diaria, etc., liberan microorganismos patógenos y otras sustancias químicas no deseables que contaminan suelos y agua. Esta industria no sólo ensucia el medio ambiente, también afecta a la biodiversidad, especialmente a aquellos ecosistemas que son sensibles y que determinados nutrientes y sustancias no pueden ser asimiladas, como los patógenos, los nitratos y otros productos químicos empleados, como el sulfuro de hidrógeno o el amoníaco, entre otros.
El pienso que reciben las aves para su alimentación integra sustancias como el cobre, el hierro, el cobalto, el arsénico, el zinc y el selenio, parte acaba en los suelos contaminándolos, teniendo en cuenta la gran cantidad de pienso que se necesita para alimentar a la población avícola mundial, se puede considerar que la alimentación de las aves por sí sola ya causa desequilibrios en el medio ambiente. Otro tema a destacar es el uso de combustibles fósiles que se utilizan en todo el proceso de la producción avícola, por ejemplo, a la hora de calentar, enfriar y ventilar las granjas, procesos donde más energía utiliza la avicultura a gran escala, claro, que para el sacrificio y procesamiento con calor de las aves también es necesario el combustible.
En el vídeo podéis ver de forma resumida lo explicado, aunque la cría de pollos es beneficiosa para la economía y su carne es más saludable, el modelo de producción actual es un problema para el medio ambiente. La atención se centra en la producción intensiva de carne de vacuno y se aboga por reducir su consumo, pero también es necesario reducir el consumo de carne de pollo, ya que la avicultura intensiva actual es un modelo muy insostenible.