Los productos vegetales alternativos a la carne se encuentran en pleno auge, se trata de productos cada vez más demandados y cuyo volumen de venta no deja de crecer año tras año. Según reseñábamos aquí, en países como Estados Unidos las ventas de productos que imitan a la carne experimentaron en 2020 un crecimiento de nada menos que el 45% respecto a las cifras de 2019. El caso es que a pesar de que son alimentos que imitan la apariencia, las cualidades organolépticas, el comportamiento en la cocción, etc., de los productos cárnicos, una buena parte no sustituye el aporte proteínico.
Hoy conocemos un estudio desarrollado por expertos de Safefood, organismo público responsable de concienciar a los consumidores sobre cuestiones relacionadas con la seguridad alimentaria y la alimentación saludable en Irlanda, en el que se concluye que uno de cada cuatro productos vegetales alternativos a la carne no tiene suficientes proteínas y, por tanto, no se pueden considerar fuente de proteínas.
Para llegar a esta conclusión, los expertos analizaron el contenido nutricional de 354 productos alimenticios de origen vegetal anunciados como alternativas a la carne que se podían adquirir den los supermercados irlandeses entre el mes de abril y mayo del año pasado. Los resultados mostraron que la mayoría de productos tenían menos grasas y menos grasas saturadas que sus equivalentes, pero también tenían menos proteínas. En cambio, el contenido de sal era similar o superior, recordemos que otras investigaciones ponían al descubierto que las denominadas “carnes vegetarianas” contenían niveles muy elevados de sal, lo que ensombrece su carácter saludable, de ello hablábamos en este post.
Entre los productos analizados se encontraban hamburguesas, ‘carne’ picada, salchichas, albóndigas, nuggets, etc., pero también se analizó el contenido en proteínas de otros productos alimenticios vegetarianos elaborados con legumbres como, por ejemplo, el falafel u otros como los que pretenden imitar al queso. Los expertos comentan que las proteínas que contenían estos alimentos procedían de diferentes fuentes, de la soja, la micoproteína, legumbres varias o pseudocereales, entre otros.
Destacan que además de un contenido menor en proteínas y un mayor contenido en sal, este tipo de alimentos son ultra procesados y tienen una gran variedad de ingredientes con el fin de poder imitar el sabor, textura y apariencia de los alimentos a los que pretenden imitar. Según la normativa comunitaria, si un producto alimenticio tiene un porcentaje de energía que procede de las proteínas y que se encuentra entre el 12% y el 19’9%, se puede considerar fuente de proteínas. Si dicho porcentaje supera el 20%, se puede considerar que el producto alimenticio es rico en proteínas.
Pues bien, el contenido en proteína de los productos alimenticios analizados varió entre 0,9 y 30,6 gramos por cada 100 gramos de producto, con una media establecida de unos 10,7 gramos por cada 100 gramos de producto. Los expertos explican que casi uno de cada cuatro productos se consideraban fuente de proteínas, ya que el contenido proteínico variaba entre un 12 y un 19’9%. Por otro lado, el 49% de los productos alimenticios tenían un alto contenido proteínico superando el 20%, por lo que se podían considerar ricos en proteínas.
Sin embargo, una cuarta parte de los alimentos analizados (28%) no se podían considerar ni fuente de, ni ricos en proteínas, por ello se advierte a los consumidores que sean conscientes de este hecho, sobre todo si consumen este tipo de alimentos considerando que cubren sus necesidades proteínicas. Los expertos comentan que el contenido en proteínas varió en cada categoría alimentaria, la mitad de los productos tenían en el etiquetado una declaración relacionada con las proteínas de los que un 11% afirmaban que eran una fuente de proteínas, y un 39% declaraba que tenían un alto contenido de proteínas. La mayoría (80%) se anunciaba como una fuente de fibra, lo que indica que contenían al menos 3 gramos de fibra por cada 100 gramos de producto, pero según el estudio, esto es debido a que este tipo de alimentos contienen carbohidratos añadidos a diferencia de los productos homónimos equivalentes (carnes), que no contienen fibra en su forma natural.
De los 354 productos analizados, sólo 27 proporcionaban datos sobre micronutrientes, siendo el hierro el elemento más destacado en el 6% de los productos alimenticios, seguido por la vitamina B12 destacada en el 4% de los alimentos. Los expertos recomiendan encarecidamente que no se dejen llevar por suposiciones, el hecho de que un producto se haya elaborado con materias primas vegetales no quiere decir que sea más saludable, que se trate de un alimento que imita a la carne no indica que aporte lo mismo que la carne, que tengan presente que en muchos casos se trata de productos ultraprocesados, etc. Por ello, lo mejor es leer las etiquetas alimentarias para tener claro qué es lo que se consume y si el producto alimenticio satisface las necesidades nutricionales.
Podéis conocer más detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página oficial de Safefood.