Existe una gran cantidad de aditivos alimentarios aprobados por la Unión Europea, sin embargo, con las condiciones actuales del etiquetado de los productos alimenticios, los consumidores no estamos adecuadamente informados. A esto hay que sumar que varias de estas sustancias, son controvertidas por los estudios realizados en los que se apunta que tienen efectos en la salud. Para rizar el rizo, algunos investigadores advierten que estamos ingiriendo un cóctel de aditivos, del que se desconoce cuáles pueden ser las consecuencias.
Los alimentos procesados y ultraprocesados tienen una gran cantidad de aditivos de los que apenas estamos informados, es difícil identificar claramente su presencia, cierto es que se deben mencionar en la lista de ingredientes, pero aparece otra complicación, la de reconocerlos e identificarlos. Algunas organizaciones de consumidores como Foodwatch, advierten que algunos nombres de estos aditivos son reemplazados, sustituyendo la nomenclatura comunitaria (E y su número) por su nombre, que suele ser más desconocido para la población en general, por ejemplo, el E450 por «difosfatos», o el E471 por “Mono– y diglicéridos de ácidos grasos”.
Otras tácticas que emplea la industria alimentaria para desviar la atención de los consumidores sobre la composición real del producto alimenticio que adquiere, es el marketing del envasado, con él que se capta la atención logrando que los consumidores no se preocupen por la composición del producto que van a adquirir. El trabajo que realiza esta organización alemana de consumidores ha conseguido que algunas marcas cambien la formulación de sus productos, que dejen de utilizar el marketing que induce a error, y que sean más transparentes con el consumidor, pero los éxitos conseguidos son pocos y representan la punta del iceberg de un gran problema de transparencia e información.
El caso es que existen varios aditivos alimentarios autorizados por la UE que son controvertidos por sus efectos en la salud, recordemos lo ocurrido con el dióxido de titanio (E171), colorante que no tiene ningún valor nutricional y cuya función es únicamente de carácter estético. Este colorante ha sido sometido a diferentes estudios y las conclusiones obtenidas apuntaban que podía causar diferentes problemas de salud. En este sentido, merece la pena retomar la lectura de este post en el que hablábamos de una investigación donde se relacionaba con enfermedades inflamatorias intestinales y el cáncer colorrectal.
Según la legislación comunitaria (CE 1333/2008) sobre aditivos alimentarios, la industria alimentaria puede utilizar más de 320 aditivos diferentes en los productos alimenticios que elabora. En el caso de la industria alimentaria ecológica, el número se reduce a una cincuentena de aditivos autorizados, sin embargo, entre todo el conjunto, algunos son dudosos, como los E407 (Carragenano) que se han asociado al riesgo de cáncer, aunque la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) consideró en su momento que no existía tal riesgo. Otro ejemplo es el E250 (nitrito de sodio), uno de los dos conservantes que se utilizan para prevenir infecciones bacterianas y como agentes potenciadores de color en la industria cárnica. La EFSA apuntó que estaba aprobado porque no suponía un riesgo para la salud, aunque varios estudios apuntan lo contrario.
La EFSA evalúa periódicamente si un aditivo se puede utilizar en los alimentos y realiza una reevaluación de los ya aprobados, aunque es un proceso muy lento y queda una amplia lista por analizar. Lo más curioso es que a falta de una nueva evaluación, cuando llega el momento los aditivos reciben la ampliación del permiso de uso sin que hayan sido sometidos a examen, la excusa de la agencia es la falta de tiempo, siendo un grave problema porque no se tiene la certeza de que sean inocuos o puedan provocar problemas de salud.
Por todo lo comentado, Foodwatch considera que se deben realizar cambios en favor de un etiquetado de los alimentos más transparente, además de aplicar el principio de precaución en aquellos aditivos en los que puedan existir dudas y que no hayan sido reevaluados, ya que es el mejor modo de proteger a los consumidores. La organización quiere que la UE obligue a que se informe correctamente sobre la presencia de los aditivos, así como evitar que la industria alimentaria recurra a ciertas tácticas de marketing para desviar la atención e inducir a error a los consumidores europeos.
De estas peticiones hemos hablado en varias ocasiones, pero la CE parece no estar por la labor y las obvia, da la impresión de que pesan más los intereses de la industria alimentaria que la salud de los ciudadanos europeos. Podéis conocer más detalles de la petición realizada a través de la página oficial de Foodwatch.