Un nuevo estudio realizado por expertos de la Universidad Estatal de Pensilvania concluye que los estadounidenses desperdician casi un tercio de los alimentos que compran, cantidad que económicamente hablando supone una pérdida de 240.000 millones de dólares anuales (algo más de 217.000 millones de euros). Si se divide esta cantidad entre los hogares de Estados Unidos, la media del coste del desperdicio por hogar se establece en 1.866 dólares anuales (1.688 euros).
Los investigadores argumentan que los resultados obtenidos son consistentes y van en la misma línea que anteriores investigaciones en las que se demostraba que hasta el 40% de los alimentos producidos no se consumían en el país. Recordemos que en el año 2012 un estudio que tenía el cometido de analizar las deficiencias de la cadena alimentaria y señalar en qué eslabones de la cadena se producían las pérdidas, cuantificaba la pérdida del 40% de los alimentos producidos en Estados Unidos, por lo que se puede decir que después de varios años poco se ha avanzado en la reducción de las pérdidas y desperdicios de alimentos.
Los resultados también ponen al descubierto que, de momento, el plan del que se hablaba en 2015 para intentar reducir el desperdicio alimentario en un 50% para el año 2030, no está teniendo los resultados deseados. Los investigadores comentan que los alimentos que no se consumen y se desechan suponen una gran pérdida de los recursos que se han utilizado para producirlos, la tierra, el agua, el trabajo, la energía… todo ello también supone un desperdicio. Se podría decir que este es otro estudio más sobre el tema, pero los expertos explican que la nueva investigación es la primera en identificar y analizar el nivel de desperdicio que se genera en los hogares a nivel individual, algo que no se ha podido calcular debido a la falta de datos actuales sobre los alimentos que no se consumen en los hogares.
Para superar esta limitación, los expertos utilizaron la ‘ciencia nutricional‘ con la que, a través del peso, la altura, el sexo y la edad de una persona, se pueden determinar los requisitos energéticos necesarios para mantenerse, también se utilizaron procedimientos de la industria que determinan el desperdicio al transformar las materias primas en productos. Se analizaron los datos de 4.000 hogares que participaron en la Encuesta Nacional de Adquisición y Compra de Alimentos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, encuesta conocida como FoodAPS, en la que se recopilan datos únicos y completos sobre las compras y adquisiciones de alimentos en los hogares.
A través de FoodAPS también se recopilaron las medidas biológicas de los participantes, facilitando la aplicación de la ciencia nutricional para determinar las tasas metabólicas basales y calcular la energía necesaria para que los miembros del hogar mantuvieran el peso corporal. Los investigadores comentan que la diferencia entre la cantidad de alimentos que se compran y la cantidad de alimentos que son necesarios para mantener el peso corporal, supone la ineficiencia de producción en el modelo, lo que da lugar al volumen de alimentos no consumidos y, en teoría, desperdiciados.
Las estimaciones obtenidas mostraban que el hogar medio estadounidense desperdicia un 31’9% de los alimentos que adquiere, el rango de desperdicio variaba entre el 20% y 50%, destacando que los hogares menos derrochadores eran un pequeño segmento que desperdiciaba un 8’7% de los alimentos. También se analizaron las diferencias de los desperdicios en los hogares, por ejemplo, según el estudio, quienes tenían mayores ingresos y seguían una dieta más saludable con mayor consumo de frutas y verduras, eran los que más alimentos desperdiciaban.
Los expertos creen que es posible que los programas que promueven las dietas más saludables, sin querer estén provocando un mayor desperdicio alimentario, recordemos que el mayor desperdicio se genera en alimentos perecederos como las frutas y las verduras. En los hogares con una mayor inseguridad alimentaria el desperdicio es mucho menor, especialmente en aquellos que participan en el programa federal de asistencia alimentaria SNAP (Supplemental Nutrition Assistance Program), que se encarga de proporcionar ayudas para la compra de alimentos para personas de bajos o nulos ingresos que viven en los Estados Unidos.
Los investigadores comentan que en hogares con un mayor número de miembros en la familia se utiliza más comida (algo obvio), por lo que es probable que el desperdicio alimentario sea mayor. Apuntan también que el tamaño de algunos productos que se comercializan en los supermercados, es un factor que puede influir en el desperdicio alimentario. Los hogares con un menor volumen de desperdicio de alimentos son aquellos que utilizan una lista de la compra, y aquellos que viven en zonas alejadas y deben realizar viajes más largos para comprar lo que necesitan.
Se destaca que la reducción del desperdicio alimentario no tiene sólo implicaciones económicas y nutricionales, también es un factor que contribuye a reducir los efectos del cambio climático, de hecho, varios estudios han apuntado que el desperdicio alimentario es un factor importante de emisiones de gases de efecto invernadero. Para los expertos, realizar mediciones precisas sobre el problema es importante, pero también lo es investigar y analizar qué factores concretos influyen en la cantidad de alimentos que se desechan en los hogares. Los investigadores esperan que la nueva metodología utilizada sea de utilidad para calcular el desperdicio individual de alimentos en los hogares.
Lo cierto es que del campo a la mesa se tiran millones de toneladas de alimentos en todo el mundo, por eso se han establecido hojas de ruta como la del Instituto de Recursos Mundiales (World Resources Institute), que publicó el año pasado un plan y hoja de ruta con 10 pasos para poder reducir a la mitad la actual pérdida y desperdicio de alimentos para el año 2030, meta que, la verdad, parece difícil de alcanzar. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de la página de la Universidad Estatal de Pensilvania, y en este artículo publicado en la revista científica American Journal of Agricultural Economics.