Según un informe de la FDA (Agencia de Medicamentos y Alimentación), en Estados Unidos se ha reducido la venta de antibióticos en las granjas de animales un 33% durante el año 2016 y el año 2017, buenos resultados que la agencia se quiere apuntar como tanto personal, indicando que estas cifras reflejan los esfuerzos que ha realizado para que los productores dejen de utilizar estos fármacos con fines no terapéutico.
Recordemos que se utilizan los antibióticos para prevenir enfermedades, mejorar el rendimiento y engorde de los animales, así como las malas prácticas en la crianza animal, lo que irremediablemente provoca que las bacterias patógenas generen resistencia a estos fármacos destruyendo un valioso recurso para la seguridad alimentaria y la salud humana y animal. La FDA también ha destacado que desde el año 2015 la venta de antibióticos ha disminuido un 41%, guardando relación con los esfuerzos realizados por la agencia.
Decíamos que la FDA se quiere apuntar un tanto porque su política sobre el uso de antibióticos en los animales se basa en una serie de directrices voluntarias que están dirigidas a las compañías farmacéuticas y a los productores de ganado, sin la introducción de ninguna obligación o prohibición. Probablemente, quienes han impulsado la reducción del uso de fármacos en la producción animal han sido las grandes cadenas que han anunciado nuevas políticas para abastecerse de carne sin antibióticos, recordemos que en 2015 McDonald’s anunció que se abastecería de pollos criados sin antibióticos, algo que también hizo posteriormente Burger King.
Panera Bread, cadena de cafeterías-panaderías en cuya oferta se incluyen sopas, ensaladas, pastas, sándwiches y productos de panadería, Chipotle Mexican Grill, cadena de restaurantes especializada en cocina tex-mex, y otras cadenas de hostelería, adoptaron también políticas que tratan el tema de la eliminación de los antibióticos con fines no terapéuticos en la crianza animal. A esto sumamos otras empresas de restauración, minoristas, etc., que se han sumado a este tipo de políticas, lo que ha obligado a los productores a realizar cambios en su modelo productivo si querían seguir suministrando su carne a todas estas empresas. Por tanto, no se puede atribuir la reducción del uso de los fármacos a las regulaciones voluntarias de la FDA, agencia que podemos considerar claramente oportunista al asegurar que estas buenas cifras son fruto de su trabajo y de sus regulaciones.
Hay que destacar que recientemente, McDonald’s anunció una política de reducción del uso de carne de vacuno con antibióticos, teniendo en cuenta que esta compañía es una de las mayores compradoras del mundo de carne de vacuno, se puede decir que en los próximos años se producirá una mayor reducción del uso de estos fármacos, además, es probable que otras cadenas y empresas sigan una medida similar. No será extraño que en posteriores informes que presente la FDA apunte nuevamente el éxito de su política voluntaria.
De todos modos, algunas administraciones parece que avalan el uso de antibióticos en animales de granja con fines no terapéuticos, un ejemplo es el USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos). Este departamento explica que la resistencia a los antibióticos es un proceso que se produce de forma natural en las bacterias y en todas partes del mundo, en vez de abogar por dejar de utilizarlos y reconocer que contribuyen significativamente a acelerar ese proceso que considera natural, apuesta por otras soluciones como el desarrollo de vacunas y herramientas de diagnóstico para prevenir enfermedades en los animales. No sorprende comprobar como las administraciones y departamentos estadounidenses no están de acuerdo y parecen hablar diferentes idiomas.
En el informe de la FDA que podéis leer en este artículo, se explica que se constata un progreso medible sobre la reducción del uso de los antibióticos, valorando los esfuerzos realizados por las partes implicadas, pero reconoce que se necesita trabajar más para abordar la resistencia que generan las bacterias. Pues que empiece por introducir una regulación obligatoria y abandone el carácter voluntario. En su lugar, aboga por el plan de acción creado (voluntario por supuesto), cuya duración es de cinco años y donde se detallan los pasos que se han de seguir para evitar la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos.
Lo dicho, se aprovechará de otras iniciativas como las comentadas para avalar que su plan de acción ha tenido buena acogida y ha sido efectivo, en nuestra opinión, se aleja mucho de la realidad, si las organizaciones no gubernamentales y los consumidores no hubieran forzado a las empresas alimentarias, y estas a su vez a los productores, probablemente las reducciones citadas no se habrían producido.