Según los resultados de un estudio publicado en la revista científica Nature Climate Change, la etiqueta de la huella del carbono colocada en el frontal de los envases alimentarios es eficaz para promover los alimentos respetuosos con el medioambiente. Sin embargo, se apunta que existe un grave obstáculo, que los consumidores tienden a subestimar de forma significativa el impacto medioambiental de los distintos tipos de alimentos.
El impacto medioambiental de la producción alimentaria es enorme, desde el cultivo, pasando por el procesamiento, el almacenamiento, el transporte y hasta que los alimentos llegan a las estanterías de los supermercados, recordemos que, según este estudio de Oxfam Internacional, la producción de alimentos como la soja, el arroz, el maíz, el aceite de palma y el trigo, generan más emisiones de gases de efecto invernadero que los que produce de forma individual casi cualquier país del mundo. Teniendo en cuenta que sólo se citan cinco alimentos, podemos deducir que todo el conjunto de la producción alimentaria tiene un impacto medioambiental enorme.
Según este estudio del año 2012, se estimaba que el sistema alimentario mundial generaba entre un 19% y un 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero, posiblemente ahora el porcentaje sea mayor. Se puede citar, por ejemplo, el aumento de la producción de carne en los últimos cinco años, un mayor número de animales equivale a un mayor volumen de gases de efecto invernadero, y así igual con otros productos alimentarios. Los expertos consideran importante aconsejar a los consumidores para que elijan para su cesta de la compra los alimentos que son más sostenibles, que sustituyan frutas exóticas por frutas de cultivo nacional, de temporada y a ser posible de proximidad, que reduzcan el consumo de carne y que lleven a cabo otras prácticas que son cruciales para combatir el cambio climático.
Pero como ya hemos indicado, se tiende a subestimar el impacto medioambiental, la mayoría de los consumidores desconocen el complejo proceso de producción y distribución que hay detrás de cada producto alimenticio, aunque tampoco la industria alimentaria se ha esforzado en proporcionar esta información, sabiendo que podría afectar a sus ventas. No son muchos los consumidores que son conscientes de la gran cantidad de metano que genera el ganado, uno de los principales gases de efecto invernadero cuyo efecto negativo sobre el calentamiento del planeta es entre 28 y 26 veces mayor que el dióxido de carbono.
El caso es que los expertos querían evaluar la comprensión de los consumidores sobre la huella del carbono en los alimentos y si éstos podían ser alentados a tomar decisiones alimentarias más sostenibles si se utilizaba un etiquetado de la huella del carbono. Para ello, contaron con un grupo de más de 1.000 consumidores estadounidenses a los que se les pidió que estimaran el consumo energético o las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción y transporte de 19 alimentos distintos, o el uso de 18 electrodomésticos diferentes durante una hora.
Las respuestas obtenidas demostraron que los consumidores subestimaban el consumo energético y la liberación de gases de efecto invernadero asociados a la producción alimentaria y al transporte, y en mayor medida subestimaron estos parámetros en los electrodomésticos. Por cierto, aunque es un recurso que tiene algunos años, merece la pena consultar la calculadora de CO2 de Amigos de la Tierra, para tener una ligera idea del C02 que se genera con algunos alimentos sólo con el transporte. También merece la pena retomar la lectura de este post, en el que se habla sobre el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero de un sándwich, sea casero o elaborado por la industria alimentaria, en cierto modo, ayudará comprender lo elevada que es la huella del carbono en alimentos cotidianos que consumimos cada día.
Los investigadores comentan que los consumidores son relativamente insensibles a la hora de diferenciar entre la energía consumida y las emisiones de los gases de efecto invernadero en la mayoría de alimentos, salvo la carne, producto con el que estaban más sensibilizados, probablemente por toda la información que se ha estado liberado sobre los problemas que provoca al medioambiente la producción de carne. Pero, aun así, subestimaron la carne con un margen mucho más amplio, demostrando que no eran realmente conscientes de su impacto.
Se considera que la subestimación de la huella del carbono de los alimentos se refleja en las elecciones alimentarias que realizan los consumidores, muchos pueden no estar dispuestos a renunciar a determinados productos que consumen mucha energía y recursos, como la carne, y la razón es que no entienden del todo las consecuencias medioambientales de su producción. En una segunda parte del estudio, los expertos crearon una etiqueta de la huella del carbono, para que fuera colocada en el frontal de los envases alimentarios y que fuera fácil de entender. Para ello utilizaron el dibujo de una bombilla en el que se mostraba la cantidad de minutos que debía estar encendida para informar a los consumidores sobre las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a cada producto alimenticio.
A 120 consumidores se les mostraron en la pantalla de un ordenador seis latas de sopa, tres elaboradas con productos vegetales y otras tres con carne, pidiéndoles a continuación que compraran tres. Estos consumidores fueron divididos en dos grupos, un primero que actuó como grupo de control, al que se le mostraron los seis tipos de sopa enlatada, detallando calorías, valores nutricionales, ración, precio, etc., y al segundo se le mostró la misma información y la etiqueta de la huella del carbono antes descrita.
Los resultados muestran que el grupo que recibió la información de la huella del carbono, adquirió menos latas de sopa de carne, producto con una mayor huella del carbono. Los investigadores comentan que los resultados sugieren que es necesario proporcionar la información de las emisiones de gases de efecto invernadero en los alimentos de una forma más comprensible, esto permitirá que se decanten por productos con un nivel de emisiones menor. Por tanto, quizá sea necesario rediseñar el etiquetado de la huella del carbono, pero también debería ser obligatorio que se incluyera en todos los productos alimenticios.
Podéis conocer todos los detalles de esta investigación a través de este artículo publicado en Nature Climate Change.
Foto 1 | USDA NRCS Montana