FARM (Farm Animal Rights Movement) es un movimiento estadounidense por los derechos de los animales de granja que consideró declarar el día 20 de marzo como el Día Mundial sin Carne. Esta celebración existe desde mucho antes que la que promueve cada año en el mes de junio la organización World Meat Free Day, aunque tardó bastante en interncionalizarse. Accediendo a la página de la celebración puesta en marcha por FARM, vemos que su repercusión quizá no es tan significativa fuera de Estados Unidos, el año pasado 3.000 personas de 100 países del mundo se comprometieron con el Meatout Day, nada que ver con los resultados de la celebración del World Meat Free Day.
Pero no es nuestra intención hablar de esta celebración, sino del informe elaborado por Greenpeace titulado La insostenible huella de la carne en España, justificándose su presentación con la celebración del Día Mundial sin Carne de FARM. En este informe se realiza un diagnóstico del consumo y producción de carne y de lácteos en nuestro país, siendo el primero que se realiza en España según Greenpeace. El informe se ha elaborado a partir del análisis de publicaciones científicas y técnicas, así como de cifras y datos oficiales obtenidos a través del MAPAMA (Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), entre otras fuentes. El documento se engloba en el marco de la campaña de Greenpeace que tiene como objetivo conseguir que se reduzca el consumo de carne y de productos lácteos en un 50% para el año 2050.
El objeto del estudio era conocer el estado de la producción y consumo de estos alimentos en nuestro país, y los resultados muestran que España es el segundo país europeo con mayor tasa de consumo de carne, además, se coloca en décimo cuarta posición en el consumo a nivel mundial. Según los últimos datos de la FAO del año 2013 sobre la disponibilidad alimentaria, en España se consumieron 94’04 kg de carne por persona y año. A pesar de estos datos, se apunta que nuestro país alcanzó su máxima tasa de consumo en el año 2002 y que desde entonces, se ha apreciado una tendencia a la baja, aunque no es muy significativa teniendo en cuenta la posición que ocupa en el ranking europeo y mundial.
Pero, a pesar de que el consumo se ha reducido ligeramente, la producción se ha disparado, especialmente en lo que se refiere a producción de carne de cerdo y pollo. Según el informe, en 2016 se sacrificaron un total de 886.241.446 animales, lo que supone un incremento del 662% con respecto a los datos del año 1961, primer año en el que la FAO presentó datos sobre la producción. Esto supone que en 2016 se sacrificaron en nuestro país más animales que toda la población europea cifrada en 741’4 millones en ese año. Sobre la producción, en 2016 se produjeron 6.186.866 toneladas de carne, lo que supone un incremento del 848% con respecto a los datos de 1961.
Greenpeace explica que el crecimiento de la producción es por la exportación, por ejemplo, España es el cuarto exportador mundial de carne de cerdo, por detrás de China, EE.UU y Alemania. Esta elevada producción conlleva forzosamente daños medioambientales y el consumo excesivo de recursos como el agua, la tierra, los cultivos destinados a la alimentación animal, etc. En este sentido, merece la pena recordar las palabras de Jeremy Rifkin, un activista estadounidense que investiga el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la sociedad, la economía y el medio ambiente, destacando que la carne es el alimento menos eficiente para alimentar a la humanidad.
Según Jeremy Rifkin, se necesitan unos 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne de vacuno, frente a los 2.500 litros de agua que son necesarios para producir un kilo de arroz. Este es un ejemplo de por qué la carne es un alimento poco eficiente y por qué es necesario plantear un modelo alimentario más coherente, sostenible y saludable para el ser humano y el medio ambiente. Actualmente, el 40% de los alimentos que se cultivan en el planeta se destinan a la alimentación animal, cantidad que se espera que aumente hasta el 60% si no se produce un cambio decisivo en el modelo alimentario.
Hablando del medio ambiente, Greenpeace explica que la ganadería española tiene un fuerte impacto sobre el clima debido a los gases de efecto invernadero que produce. Según el Modelo Global de Evaluación Ambiental de la Ganadería de la FAO, en 2015 España emitió 86 millones de toneladas de CO, siendo el principal responsable de estas emisiones la producción de forrajes y granos para alimentación animal, seguido por las emisiones de metano de los animales. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el sector de la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca fue el cuarto principal emisor de gases de efecto invernadero con una cuota del 13’35%, aunque fue el principal responsable de las emisiones de metano acaparando el 61’8%, del que el 61% fue producido exclusivamente por la ganadería.
A nivel mundial, la producción de carne es un motor importante del cambio climático, los estudios apuntan que el sector ganadero contribuye al menos con un 15% en las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que equivale a las emisiones que generan los vehículos de combustible del mundo, este es otro ejemplo de por qué es necesario reducir el consumo de carne. Sobre el consumo de lácteos, el informe de Greenpeace apunta que en 2016 se produjeron 5.519.479 toneladas de leche, lo que supone un 55% más que la producción de 1961, aunque como en el caso de la carne, su consumo también se reduce, pero más lentamente con respecto al máximo histórico registrado.
Sobre la producción ganadera ecológica, Greenpeace comenta que el consumo de carnes ecológicas en España supone un porcentaje muy bajo dentro del consumo de alimentos ecológicos, y que los consumidores están más concienciados con las repercusiones ambientales de la ganadería y comen cantidades de carne y lácteos sustancialmente menores que los consumidores de alimentos convencionales, pero quizá en ello tenga que ver la disponibilidad y los precios más elevados de los productos.
El informe está orientado a concienciar a la población para que se planteen consumir menos carne y productos lácteos en beneficio de la salud humana y medioambiental. Muestra también esa tendencia a la baja en el consumo, aunque como ya hemos comentado, es poco significativa, de ahí que se realicen mayores esfuerzos para intentar concienciar sobre el tema. Muchas de las cuestiones que se tratan, los gases de efecto invernadero, el uso de fármacos con carácter no terapéutico, la apuesta por la ganadería ecológica, etc., han sido planteadas con anterioridad por investigadores de otros países, aunque en este caso la información se ha centrado en la producción de nuestro país.
El informe concluye con una serie de reivindicaciones, Greenpeace pide que:
Se prohíba los nuevos proyectos de ganadería industrial y la ampliación de los existentes.
Se Garantice la reducción de las emisiones de óxido nitroso, metano y amoníaco, provenientes de la fertilización química y de la ganadería.
Se Garantice la reducción del consumo de agua y su contaminación asociados a la ganadería.
Se Asegure la reducción drástica del uso de antimicrobianos en la ganadería.
Se Acabe con los subsidios y políticas que respaldan la ganadería industrial y apoye la producción ecológica.
Se Reduzca el gasto público en productos de ganadería industrial e incremente el apoyo económico hacía opciones donde predominen los alimentos de origen vegetal ecológicos y locales. Los productos animales que se sigan consumiendo también deben ser ecológicos y locales. En particular y con urgencia se deben adoptar estos criterios para los comedores públicos.
Se Impulse el cambio en los hábitos alimentarios y los patrones de consumo, incluido el establecimiento de objetivos para reducir el consumo de carne y productos lácteos.
Se Involucre a los responsables políticos de los sectores de la salud en el diseño de políticas agrícolas, debido a los amplios impactos del sector de la ganadería en la salud humana y el medio ambiente.
Se Establezca como obligatorio el cálculo de la huella ecológica de las explotaciones ganaderas y que esta información sea pública.
Se Ponga en marcha un sistema de etiquetado con la huella ecológica de cada producto de origen animal para que las personas consumidoras puedan elegir lo que consumen con una información adecuada.
Os recomendamos leer con detalle el informe (Pdf) de Greenpeace para tener una idea de los beneficios que traería la reducción del consumo de carne y de productos lácteos a los consumidores y al medio ambiente.