En los últimos años se han dado a conocer diferentes estudios e informes que apuntan que es necesario reducir el consumo de carne, tanto para mejorar la salud como para hacer frente al cambio climático. Según las investigaciones, el sector ganadero contribuye con un 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que equivale a las emisiones generadas por todos los vehículos del mundo, por lo que la reducción del consumo evitaría la liberación de hasta un 25% de las emisiones de los mencionados gases, frenando en 2º C el aumento de las temperaturas a nivel mundial.
Sobre las campañas de concienciación para reducir la ingesta de carne, varias investigaciones han analizado sus resultados en países como Estados Unidos, considerado como uno de los exponentes en lo referente al consumo de carne per cápita, los resultados han mostrado que la reducción del consumo es muy lenta, no parece calar el mensaje sobre los beneficios para la salud y para el medio ambiente, de todo ello halábamos en este post. Siguiendo este hilo, hoy conocemos una investigación realizada por la consultora Nielsen en la que se concluye que la carne es la proteína preferida de los estadounidenses y los canadienses.
Según la encuesta realizada por la consultora, el 47% de los consumidores estadounidenses y el 62% de los canadienses consideran que la carne sin procesar es beneficiosa para la salud, un 34% de los estadounidenses y un 37% de los canadienses creen que si no consumen carne dejan de recibir nutrientes importantes para el organismo, finalmente, un 30% de los estadounidenses y un 38% de los canadienses creen que las proteínas animales tienen efectos positivos para la salud. Sólo una quinta parte de los consumidores de ambos países tienen como fuente principal de proteínas alimentos como los frutos secos, las leguminosas y las semillas, el resto prefieren proteína animal, sea carne de vacuno, de cerdo, de pollo, etc.
Además de los beneficios para la salud que los consumidores perciben, otro condicionante que influye en el consumo es el precio. Durante el primer trimestre del presenta año, en Estados Unidos la carne fresca fue una de las principales categorías alimentarias que contribuyeron en la deflación de los precios, esto favorece la compra de proteína animal, de ahí que en los seis primeros meses del año aumentara el volumen de venta de carne fresca hasta en un 6%. Al margen de la presión de los precios, según Nielsen existe un creciente interés por los productos con atributos saludables, los consumidores prefieren carne libre de hormonas, antibióticos, conservantes artificiales, etc., siendo un nicho de mercado que crece notablemente.
El consumo de carne no disminuye, en todo caso aumenta y está liderado por la carne de vacuno, seguido de la carne pavo y la de cordero, por el contrario, la venta de carne de cerdo y de pollo ha disminuido. Otras proteínas como las de origen marino han disminuido en volumen de ventas, salvo la categoría de los congelados, probablemente por el precio. Como decíamos, independientemente de los precios, se aprecia que la transparencia alimentaria juega un papel importante, los consumidores quieren alimentos más limpios, saludables y sostenibles, prefieren carne local libre de cualquier sustancia y están dispuestos a pagar más por ella, así lo manifiestan en la encuesta el 41% de los canadienses y el 35% de los estadounidenses.
La transparencia de las etiquetas alimentarias, declaraciones como que la carne se ha obtenido de animales alimentados con pasto, que no integra hormonas, antibióticos u otras sustancias, que la carne es de proximidad, etc., son las principales preocupaciones de los consumidores, por tanto, Nielsen considera que es interesante que los fabricantes de ambos países sigan estas tendencias a fin de satisfacer a los consumidores que demandan proteínas animales. Parece que el cambio climático o que la carne roja fresca se haya considerado por la OMS como probablemente cancerígena para el ser humano, no son cuestiones que preocupen a los consumidores. Por tanto, y ante este panorama, se puede decir que se mantendrá la misma tónica en lo referente a la reducción del consumo de carne, muy lenta y poco apreciable.
La carne es uno de los alimentos menos eficientes para alimentar a la humanidad, en la actualidad se calcula que un 40% de los alimentos que se cultivan en el planeta se destinan a la alimentación animal, teniendo en cuenta que en el año 2050 la población mundial se incrementará en un 30% llegando a los 9.000 millones de personas, y que se espera que el aumento de la producción de carne alcance los 200 millones de toneladas, será necesario destinar más recursos a la alimentación del ganado. Algunos expertos consideran que se destinará el 60% de los alimentos producidos en el planeta para alimentar a los animales, incremento que traerá muchas consecuencias negativas.
Pero la producción industrial de alimentos vegetales como la soja, el arroz, el maíz, el aceite de palma y el trigo, también tiene consecuencias ambientales, según este informe de Oxfam Internacional, estos cultivos generan más emisiones de gases de efecto invernadero que los producidos de forma individual por casi cualquier país del mundo. Por tanto, no se trata sólo de reducir el consumo de carne, sino de gestionar correctamente la producción alimentaria utilizando medios científicos y tecnológicos para reducir la huella del carbono. En fin, podéis conocer más detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página web de Nielsen.