El pasado mes de abril, a través Oceana, organización internacional que se dedica a la protección y conservación de los océanos y ecosistemas marinos, así como las especies marinas amenazadas que los habitan, podíamos saber que el salmón de piscifactoría sufre obesidad, escoliosis, sordera, está parasitado por piojos de mar y además, está deprimido. Todos estos problemas que generalmente no tienen los salmones salvajes, hacían que la organización recomendara a los consumidores que se replanteasen el hecho de comer salmón de piscifactoría.
Todos los problemas descritos que sufren los salmones de piscifactoría tenían explicación, salvo uno que debía investigarse en produndidad, la sordera. Un 50% de los ejemplares desarrollados en las granjas tiene problemas de audición, la razón es una deformidad presente en los huesos del oído, pero se desconocía el origen de esta deformidad. Se barajaba la hipótesis de que estos huesos podrían influir en el equilibrio y la navegación de los peces, pero dado que nacen en cautividad, quizá se atrofiaban. Pues bien, una investigación desarrollada por expertos de la Universidad de Melbourne ha descubierto que el crecimiento acelerado del salmón de piscifactoría es la causa de su sordera.
Este grupo de investigadores fue el que demostró el año pasado que la pérdida de audición de estos peces criados en cautividad estaba causada por la malformación antes mencionada, problema que se descubrió en la década de los 60, pero que hasta el año pasado se desconocía el origen. Hay que apuntar que la deformación que produce la sordera es un problema que afecta al 95% de los salmones que se crían en cautividad a nivel mundial.
La sordera del salmón está causada por la deformidad de los otolitos, elementos o pequeños cristales que están en el aparato vestibular relacionado con el equilibrio y el control espacial. Estos cristales que generalmente están formados por aragonito, se encuentran sobre los cilios de las células sensoriales, responsables de generar los impulsos o señales que llegan al cerebelo y que a los peces les sirven para la audición. Los investigadores observaron y analizaron más de 1.000 otolitos de salmones de piscifactoría y salmones procedentes de Chile, Escocia, Canadá, Noruega y Australia, observando que esta deformidad era común, pero sólo en los peces desarrollados en granjas.
Los investigadores comentan que un leve cambio en los otolitos, igual que ocurriría con los huesos del oído en los seres humanos, puede causar problemas auditivos masivos, de hecho, los otolitos de los salmones están formados por vaterita y no por aragonito. Como decíamos, las deformidades son causadas por el crecimiento acelerado, por lo que los expertos comentan que se pueden solventar si se reduce la rapidez con la que se crían los salmones.
Hay que decir que los ejemplares criados en cautividad tienen hasta tres veces más posibilidades de sufrir la deformación que los que se desarrollan a un ritmo más lento, siendo salmones que tienen la misma edad. Probablemente esto no es algo que agrade a los criadores, reducir la velocidad de crecimiento se traduce en menos beneficios, además, quizá les importe poco que sus salmones tengan problemas de audición, dada la finalidad que tienen estos ejemplares.
Pero los investigadores explican que esta deformidad es irreversible, sus efectos empeoran con la edad y junto a los problemas citados al principio, plantean serias dudas sobre el bienestar de los peces de granja. En varios países, las prácticas de crianza obligan a cumplir cinco parámetros, que los peces no sufran hambre o sed, que no se sientan incomodos, que no tengan dolores, lesiones o enfermedades, que puedan expresar un comportamiento normal en la medida de lo posible y que no sufran miedo o angustia. Producir ejemplares que sufren deformidades como la sordera causada por la alteración de los otolitos viola dos de los cinco parámetros, el de estar libre de enfermedades y el de poder expresar un comportamiento normal.
Esta deformidad podría ser también la explicación al por qué algunos métodos de conservación no son eficaces del todo, los expertos comentan que entre la sobrepesca y la destrucción de los hábitats, el salmón salvaje está disminuyendo en muchas áreas. Ahora los expertos plantean seguir con el estudio para determinar si la vaterita afecta a la tasa de supervivencia de los alevines que son liberados en el medio salvaje. Los próximos estudios podrían determinar el modo de prevenir esta deformidad sin que se vea comprometida la tasa de crecimiento.
Ante todos los problemas que sufren los salmones de piscifactoría y otros que comentamos en su momento, es lógico que Oceana recomendase que los consumidores se replantearan comer ejemplares criados en cautividad. Lo mismo ocurriría con cualquier otra especie animal, si debemos elegir entre un pollo criado en condiciones de semilibertad o confinado en un pequeño espacio con los problemas que ello conlleva, elegiríamos el primero, ya que lo lógico es alimentarse con ejemplares lo más sanos posible.
De momento, una gran mayoría de los salmones de piscifactoría están obesos, deprimidos, sordos, sufren escoliosis y tienen piojos, problemas que plantean evitar en la medida de lo posible alimentarse con ellos. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de la Universidad de Melbourne y en este otro artículo que aparece en la revista científica Journal of Experimental Biology.