Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos), los consumidores asumen que los alimentos deben ser caros para ser saludables, a pesar de que no existen evidencias de ello. Los investigadores consideran que los resultados muestran que quienes comercializan productos saludables pueden cobrar más por ellos, y además concluyen que si el precio no es elevado, los consumidores no creen que el producto sea saludable.
Lo cierto es que la investigación no descubre nada nuevo, desde hace varios años se sabe que todo influye en la percepción del sabor y calidad de los alimentos, el diseño del envase, el color, la descriptiva de la etiqueta del producto, el precio, etc. Hablando de lo saludables que pueden ser los productos alimentarios, los investigadores explican que la percepción de esta característica puede llevar a los consumidores a conclusiones sorprendentes.
Sugieren que el precio de los alimentos por sí solo puede impactar en la percepción de lo que es saludable e incluso qué problemas de salud puede abordar. Por ejemplo, si a los consumidores se les muestra un alimento caro que desconocen, pero se les dice que protege la salud ocular, su percepción sobre la importancia de la salud ocular aumenta. En cambio si este producto se presenta del mismo modo pero su precio es económico, se reduce la importancia que se le otorga a la prevención y preservación de la salud ocular.
Los expertos, en este trabajo tenían como cometido analizar la teoría de la percepción de que hay que pagar más para poder comer de forma más saludable, esta teoría forma parte de las denominadas teorías laicas que son utilizadas por los consumidores en su vida cotidiana y que reflejan las creencias fundamentales de las personas que viven en una cultura o entorno determinado. Aunque también se podría asociar esta relación de la percepción ‘alimento sano más caro’ por el denominado efecto halo, un sesgo cognitivo y común en los seres humanos por el que la percepción en un determinado rasgo (carácter saludable), ha sido condicionada por la percepción de rasgos anteriores (precio).
Lo saludable se asocia a los precios elevados, se pueden citar como ejemplo los alimentos ecológicos. Merece la pena recordar el informe Organic Marketing Report, en el que se apuntaba que se paga más de la cuenta por los alimentos ecológicos, argumentando que la idea y creencia sobre la certificación ecológica que los consumidores tienen, se asocia al carácter nutritivo, seguro y saludable de los productos, algo que ha sido explotado por la industria orgánica de forma fraudulenta y engañosa. Es como decir, si el consumidor está más contento por pagar más por un producto porque cree que es mejor, ¿por qué no se le va a hacer pagar más?
En esta investigación se realizaron cinco estudios, en cada uno participaron personas diferentes. En uno de estos estudios se brindó a los consumidores información sobre un supuesto nuevo producto que contaba con una certificación saludable en dos niveles uno superior (A) y uno inferior (C), evidentemente era el mismo producto. Se les pidió que indicaran qué producto creían que sería más caro, todos coincidieron en considerar al producto con calificación A, como más caro, ya que se suponía que era más saludable.
En otro estudio se constató que esta percepción del precio funciona en dos direcciones, a la hora de evaluar unas galletas para el desayuno, si se les decía que eran más caras que otras que eran idénticas, los consumidores consideraron que las más caras eran más saludables, y posiblemente, aunque no se indica en el estudio, tendrían mejor sabor. Recordemos que en este estudio de la Universidad de Cornell, un yogur etiquetado como orgánico se percibía mejor organolépticamente que otro idéntico que no portaba este tipo de etiquetado.
En un tercer estudio se pidió a los participantes que imaginasen que un compañero de trabajo les había pedido un almuerzo, al 50% de los participantes se les concretó que el almuerzo debía ser saludable, al 50% restante no se le dijo nada. A todos se les brindó la posibilidad de elegir entre un wrap de pollo balsámico y otro de pollo asado, los participantes del primer grupo eligieron la opción más cara considerando que era más saludable.
El resto de pruebas realizadas arrojaron los mismos resultados, si un producto es más caro, se considera más saludable y se le atribuye más importancia a la prevención que ejerce sobre la salud que si es más económico. Considerar que estamos comprando un producto más saludable si pagamos más por él es un error, hay que olvidarse del precio y leer la información del contenido nutricional en las etiquetas. Muchos productos económicos son saludables y beneficiosos para prevenir diferentes problemas de salud.
Podéis conocer más detalles de la investigación en este artículo de la página de la Universidad Estatal de Ohio.
Fotos | Michael Stern