Hace un par de años un reportaje de investigación ponía al descubierto algo que se sabía desde hacía tiempo, la industria pesquera tailandesa explotaba a sus trabajadores hasta el punto que se consideraba esclavitud. Los trabajadores no recibían retribuciones económicas, sufrían amenazas y violencia. Realizaban jornadas laborales de 20 horas diarias, se compraban y vendían entre barcos pesqueros como si fueran cabezas de ganado, e incluso se hablaba de ejecuciones. Los periodistas de la publicación digital The Guardian denunciaban que varias empresas alimentarias, como por ejemplo Carrefour, Wal-Mart o Tesco, habían estado comercializado pescado y marisco obtenido con mano de obra esclavizada en Tailandia, siendo, en cierto modo, partícipes de la situación.
Desde que se dio a conocer el reportaje, algunas empresas alimentarias manifestaron su intención de no comprar productos de la flota pesquera tailandesa si no se certificaba que no había sido obtenido con mano de obra esclava, Estados Unidos decidió rebajar a Tailandia a la fila 3 en su informe anual sobre la trata de personas, el Gobierno de Tailandia intentó lavar su imagen con un proyecto sobre las condiciones laborales de los tailandeses e inmigrantes que trabajan en el sector, y algunos países manifestaron estar en contra de estas prácticas esclavas y decidieron restringir la entrada de los productos pesqueros del país. Bien, el caso es que a pesar de todo lo ocurrido, la industria pesquera tailandesa continúa violando los derechos humanos, por lo que se puede decir que la situación ha cambiado poco.
Greenpeace ha dado a conocer una investigación con la que se denuncia que las flotas pesqueras de ultramar de Tailandia han cambiado de forma intencionada las zonas de pesca, situándose en aguas remotas a fin de evitar la regulación de la pesca introducida en el país. Tras la introducción de las restricciones de pesca impuestas en agosto de 2015 por los gobiernos de Indonesia y Papúa (Nueva Guinea), se ha detectado que 76 barcos de la flota pesquera tailandesa, se trasladaron a zonas alejadas a más de 7.000 kilómetros de distancia de Samut Sakhon, una provincia del país considerada el epicentro del marisco.
Los pesqueros permanecen alejados y a ellos acceden buques frigoríficos para realizar el transbordo de la pesca realizada, de este modo, los infractores pueden estar fuera del alcance de las autoridades tailandesas y seguir utilizando trabajadores esclavos sometidos a todo tipo de abusos y vejaciones como las comentadas anteriormente. El exceso de trabajo, la mala alimentación, la falta de atención médica y estar largos periodos de tiempo en alta mar sin posibilidad de acceder a tierra, pasa factura a los trabajadores, según Greenpeace es una situación que provoca la muerte de trabajadores.
Greenpeace y otras ONGs pro derechos humanos, están pidiendo a la Asociación de Pesca de Tailandia, organización que controla una buen parte de esta industria cuyo volumen de negocio genera unos 1.000 millones de dólares, que cambie su forma de operar a fin de poder cumplir las regulaciones dictadas sobre sostenibilidad y viabilidad de la pesca. Total, que la legislación no sirve de nada y el intento de lavado de cara de la industria del sector ha sido una puesta en escena, se sigue comercializando marisco y pescado obtenido con trabajo esclavo y posiblemente, muchas empresas occidentales compren el producto considerando que ahora está regulado y no se ha obtenido por medios esclavistas.
Greenpeace comenta que mientras se sigan realizando trasbordo de capturas, va a ser casi imposible que cualquier compañía pueda garantizar que sus productos pesqueros se han obtenido de forma respetuosa con el medio ambiente y los trabajadores. Es evidente que es necesario llevar a cabo una prohibición de esta práctica del trasbordo de las capturas, la investigación no hace más que ejercer presión sobre la industria pesquera tailandesa y la industria pesquera internacional, para que acaben con esta práctica, lo que eliminaría muchos de los problemas mencionados y evitaría que aparecieran otros.
Con este informe en la mano, Greenpeace pide que se intensifiquen los controles, que se prioricen recursos y esfuerzos para eliminar las prácticas de trabajo esclavo en las flotas pesqueras de Tailandia, pide al Gobierno del país que ponga en marcha medidas que puedan garantizar que el pescado y el marisco llega a los establecimientos de venta,con la seguridad de que se ha pescado de forma ética. Merece la pena recordar que en este país el tema del trabajo esclavo vinculado a la alimentación parece ser una tónica dominante, en agosto hablábamos del trabajo esclavo en las granjas avícolas de Tailandia. Un nuevo reportaje del periódico digital The Guardian, ponía al descubierto que en las granjas avícolas de Tailandia se estaba sufriendo una explotación laboral brutal, un trabajo esclavo que comprendía jornadas laborales de 22 horas, sueldos míseros, amenazas, coacción… básicamente lo mismo que ocurre en el mar.
Para conocer todos los detalles de la investigación de Greenpeace, podéis acceder a este enlace (Pdf), se trata de un informe extenso en el que se dan todo tipo de detalles, mostrando cuál es la situación actual que hay que abordar y atajar.