A punto estamos de apagar las luces para que sólo brillen las del árbol de Navidad en nuestro salón, a ver si atrae a Papá Noel (aunque nosotros somos de los Reyes Magos, pero quizá la competencia haga que nos visite) y nos deja muchos regalos para repartir, pues no los queremos sólo para nosotros. Como el que no quiere la cosa, le hemos pedido muchos deseos, el principal que todos nos volquemos en erradicar el hambre en el mundo, porque las cosas no se hacen solas ni con buenos deseos, hay que actuar.
También hemos pedido que los adultos, los que en principio somos seres sensatos, coherentes, consecuentes, y entre otras cosas, el ejemplo a seguir de los niños, nos tomemos un poco más en serio lo que somos, dónde vivimos, con quién vivimos y cuál es nuestro objetivo, muchos adultos deberían reflexionar en este aspecto, sobre todo los que tienen el poder de decidir por el resto de los ciudadanos, pues el mundo no sólo debe ser hoy y un futuro inmediato, en nuestras manos está que haya un futuro a largo plazo del que puedan disfrutar nuestros hijos, nietos, biznietos… al paso que vamos ¿qué mundo y qué valores vamos a dejar a los adultos del futuro?
Somos conscientes de que este deseo va a ser algo complicado de conseguir, pues el ser humano tiene más defectos que virtudes, y a menudo se regodea en ellos, la única forma de conseguirlo es que el ser humano recupere valores como el amor al prójimo, el respeto, la tolerancia, la sinceridad, la responsabilidad, la solidaridad, la empatía… de este modo no tendríamos que pedir tantos deseos, pues las personas somos muy responsables de muchas de las desgracias de este mundo. Así que sólo vamos a pedir un deseo, que cada uno de nosotros mire en su interior y sepa en qué se está equivocando, todo se puede cambiar para bien.
Entonces, ¿cuáles serían los buenos deseos que lanzaríamos a los cuatro vientos en Navidades para aparentar que somos todo corazón?, ¿dejaríamos de diferenciar entre buenos y malos?, ¿entre corruptos y víctimas?, ¿entre clases? Mejor vamos a hacer lo que teníamos pendiente, apagar las luces (hoy cenamos fuera), dejando que brillen las del árbol de Navidad, y a sus pies nuestras mejores galletas de Navidad y algo para beber, por si acaso viene Papá Noel… seguro que con tan largo viaje tiene hambre y sed.