Primero se anunció que el Reino Unido no introduciría el impuesto de las bebidas azucaradas a raíz de la petición realizada por el chef Jamie Oliver y la organización Sustain, el Parlamento del país votó en contra de esta medida y se comprometía a paralizar la puesta en marcha de varios impuestos que tenía en la mesa a fin de evitar el aumento del coste de la vida, promover la productividad y el crecimiento económico del país. El Gobierno consideraba poner en marcha otras medidas para luchar contra la obesidad infantil y aseguraba que las daría a conocer a finales de año.
La Federación de Alimentos y Bebidas (FDF) celebraba esta decisión recordando que esta no era la medida más adecuada para luchar contra la obesidad infantil, asegurando que el Departamento de Salud del país compartía esta opinión. Un mes después Jamie Oliver comparecía ante el Health Select Committee para tratar el tema de la obesidad infantil, y no dudaba en arremeter contra el Gobierno y recomendar al Primer Ministro David Cameron que fuera valiente y mostrara quien manda introduciendo el impuesto de las bebidas azucaradas. El chef insistía que el impuesto de los refrescos azucarados era una medida efectiva con la que además de poder financiar proyectos para mejorar la educación alimentaria, permitiría subvencionar el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido.
El Gobierno del Reino Unido fue criticado por no haber publicado una revisión de las evidencias a nivel internacional sobre las medidas para reducir el consumo de azúcar, pero el ejecutivo argumentaba que esta revisión se publicaría al mismo tiempo que el plan para reducir la obesidad infantil que previsiblemente se daría a conocer a final de año. Sobre el paquete de medidas, la desconfianza era y es general, ya que todas las iniciativas anteriores que se han llevado a cabo han fracasado. Apenas pasaron un par de días cuando el Departamento de Salud Pública (PHE) anunció la publicación del informe de la revisión de las evidencias a nivel internacional sobre las medidas para reducir el consumo de azúcar, lo adelantó a raíz de la presión generada y dando un giro inesperado a la situación.
El PHE proponía ocho medidas para luchar contra la obesidad infantil en el país y una de ellas era la introducción del impuesto de las bebidas azucaradas, algo que seguramente sorprendió a la Federación de Alimentos y Bebidas que hasta la fecha había asegurado que el PHE comulgaba con sus convicciones. En el informe se decía que el incremento de los precios de los alimentos con alto contenido en azúcar entre un 10% y un 20% a través de un impuesto o gravamen se recomendaba en base a los resultados obtenidos en otros países, como por ejemplo México, manifestando que posiblemente se reduciría la compra de productos con alto contenido en azúcar, al menos a corto plazo.
A raíz de la liberación del informe del Departamento de Salud Pública, ha ido creciendo la presión en el Reino Unido para la introducción del impuesto de las bebidas azucaradas, activistas y parlamentarios piden dar marcha atrás al Gobierno y que se pongan en marcha las medidas recomendadas en el informe del Departamento de Salud Pública para evitar el gasto anual de 5.000 millones de libras que tiene este departamento a causa de la obesidad. No sólo se pide el impuesto de las bebidas y refrescos azucarados, también se solicita que la industria reformule sus productos.
A la campaña se han sumado grupos médicos que advierten que no hacer nada va a ser desastroso para la salud de la nación, explican que los niños toman hasta tres veces más cantidad de azúcar de la recomendada, recuerdan que una tercera parte de la población infantil sale de la escuela primaria con sobrepeso u obesidad, lo que deriva en un incremento del índice de la diabetes tipo 2, caries y otras enfermedades y problemas asociados. Con mucha expectativa se espera que el Gobierno publique esas famosas medidas que va a tomar para luchar contra el problema, expertos, especialistas médicos y diversas organizaciones, esperan que el Gobierno dé marcha atrás y termine por introducir el mencionado impuesto como un gran paso para mejorar la salud de la población infantil y de las próximas generaciones.
Los diputados han destacado el papel de la industria alimentaria a la hora de promocionar sus alimentos y bebidas azucaradas proporcionando datos sobre las inversiones en publicidad, el año pasado se gastaron 256 millones de libras en la promoción de los alimentos y bebidas poco saludables. Esto contrasta con lo declarado por la Federación de Alimentos y Bebidas al asegurar que no hacía falta introducir el impuesto, ya que las empresas de alimentos y bebidas están concienciadas con el problema de la obesidad y están comprometidas con la reformulación de sus productos para hacerlos más saludables, llevan a cabo reducciones del tamaño de las porciones, desarrollan marketing responsable y realizan intervenciones comunitarias, todas estas acciones parecen ser un simple tapadera.
Se piden controles en las ventas del dos por uno, la restricción o eliminación de personajes de dibujos animados y otras celebridades infantiles en los alimentos y bebidas, cambiar la reglamentación porque no se puede tolerar que los cereales para el desayuno (por ejemplo), que contienen un 22’5% de azúcar, se consideren un alimento que no tiene un alto contenido en azúcar. Según leemos aquí, se ha formado una coalición de hasta 20 grupos formada por expertos, activistas, comunidades médicas y organizaciones como la Fundación Británica del Corazón, la Asociación Médica Británica, Cancer Research o la Facultad de Salud Pública entre otras, que presionan para la introducción del impuesto de las bebidas azucaradas.
La presión sobre el Primer Ministro David Cameron y su gabinete de Gobierno no deja de crecer. Existe la posibilidad de que finalmente se dé marcha atrás y se aplique el impuesto, no tardaremos en conocer si ha servido de algo la presión de la mencionada coalición o el Gobierno mantiene su postura favorable a la Federación de Alimentos y Bebidas.
Foto 1 | Jamie Oliver
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