Hace unos meses hablábamos de un artículo del periódico digital The Guardian, en el que se denunciaba a la industria avícola del Reino Unido por sus malas prácticas en la manipulación de los pollos. Posteriormente podíamos conocer una investigación realizada por la FSA (Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido) en la que se concluía que casi el 60% de los pollos que se comercializan en el país están contaminados por bacterias Campylobacter. Estos eran datos preliminares, ya que el estudio no concluirá hasta el mes de febrero del año que viene.
Ya han pasado varios meses y parece que los problemas de higiene en la manipulación y procesado de los pollos persisten, según la FSA, hasta el 50% de los pollos que se comercializan en el Reino Unido están contaminados. A esto hay que añadir que los supermercados del país han seguido vendiendo los pollos a pesar de que los análisis determinaban la presencia de altos niveles de esta bacteria causante de intoxicaciones alimentarias.
Sorprende saber que los funcionarios de la Salud Pública del país aseguran que al no existir una legislación adecuada, la industria de este sector se resistirá a aplicar las medidas oportunas que permitan reducir la contaminación de los pollos. Parece que la razón de que la industria avícola no realice los cambios oportunos, es por el temor de que se incremente el precio de la carne de pollo. Como decíamos, de momento, en los resultados preliminares de la investigación que lleva a cabo la FSA, se determina que casi el 60% de los pollos en fresco que se comercializan en el país están contaminados por la bacteria, esto debería ser un motivo para olvidarse de los precios de la carne y tener cura por la salud de los consumidores.
Pero lo más grave está por llegar, según un microbiólogo que trabaja en la investigación, a finales de mes se publicará otro adelanto de los resultados de la investigación, en él se muestra que el nivel de contaminación es mucho más elevado de lo que se podía esperar. Los británicos tendrán que agradecer al equipo de investigación del periódico The Guardian que destaparan el grave problema de salud nacional, hasta que la industria no ponga en marcha los mecanismos oportunos para garantizar la seguridad de la carne de pollo deberían evitar comprarla. El caso es que a diferencia de otros problemas como la salmonella, que sí cuenta con una legislación que obliga a la industria a tomar las medidas oportunas, la carne contaminada con Campylobacter no tiene legislación alguna.
Según la FSA, las auditorías que se están realizando actualmente han determinado que la industria avícola está trabajando de forma correcta y que los niveles de seguridad son satisfactorios. Sin embargo, algunos expertos explican que existen brechas de seguridad que pueden conducir a la propagación de una infección por bacterias Campylobacter. Se asegura que la forma en la que esta industria está funcionando puede hacer que sea muy complicado evitar la contaminación, las prácticas que realizan tienen un gran impacto en la facilidad con la que se puede propagar la bacteria de una granja a otra, por lo que es necesario aplicar un control estricto de bioseguridad.
Según leemos aquí, unas 60.000 personas al año deben acudir al médico o son hospitalizadas por una toxiinfección alimentaria causada por la bacteria, pero se apunta que posiblemente este tipo de infecciones afectan a unos 500.000 consumidores, pero la mayoría no acuden al médico.
El problema no está sólo en los manipuladores y procesadores, las granjas de producción intensiva también tienen una buena parte de culpa. Una de las prácticas habituales es la de sacrificar una parte de la producción de pollos para satisfacer la demanda de los minoristas antes de proceder al sacrificio de toda la producción, esto que puede propiciar el incremento de la contaminación. En otros países europeos, esta forma de actuar está prohibida y con ello se ha logrado reducir significativamente el nivel de contaminación por Campylobacter.
Hay que añadir que este año entró en vigor una nueva normativa comunitaria sobre el sacrificio de las aves que pretende proteger el bienestar de los animales. La nueva ley exige que se proceda al aturdimiento de las aves y se obliga al cumplimiento del Reglamento (CE) 1099/2009 del Consejo sobre la protección de los animales en el momento del sacrificio. En ella se determina que productores y procesadores deben evitar el dolor, angustia o sufrimiento a los animales durante el sacrificio o cualquier otra operación relacionada, lo que implica que el sacrificio sólo se llevará a cabo tras el aturdimiento mediante los métodos y requisitos dispuestos en la reglamentación. A los productores británicos se les informó que debían modificar sus prácticas, algo que no parece haberse generalizado entre la industria avícola del país.
Los expertos proponen que la industria considere congelar los pollos ya que con esta práctica se lograría reducir hasta en un 90% el nivel de contaminación, recordemos que a los consumidores se les recomendaba no lavar el pollo. Aconsejan utilizar sistemas que eviten la transmisión de las bacterias a través de los insectos, además de las prácticas de sacrificio e higiene en la manipulación.
No tiene sentido que sopese la industria si merece la pena poner en marcha los mecanismos que garanticen la inocuidad de la carne de pollo, parece que consideren que la inversión que deben realizar no compensa, algo que se deberá solucionar por ley.
Es vergonzoso que se reconozca que, a pesar de que en los análisis se detecte la presencia de la bacteria, los pollos sigan comercializándose, esto es algo que denuncia el director de la política alimentaria. La razón, como hemos indicado antes, es que no hay una legislación específica por contaminación de Campylobacter, de ahí que poco le importe a la industria comercializar estos pollos aún a sabiendas de que pueden representar un riesgo para la salud, de hecho, en los doce últimos meses (hasta septiembre del presente año) se ha permitido la venta de pollos contaminados.
No tardaremos en conocer los resultados definitivos y las medidas que se adopten, pero hasta la fecha, se puede decir que comer pollo en el Reino Unido es un riesgo para la salud.
Foto | USDAgov