Uno de los grandes desafíos de la industria alimentaria y los Gobiernos es la lucha por lograr satisfacer las necesidades alimentarias de la población en el año 2050, pero para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad es necesario convencer a los consumidores de que cambien sus hábitos alimentarios, especialmente reducir la ingesta de proteínas de origen animal. Recientemente, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), advertía que era prioritario realizar los cambios necesarios para garantizar el futuro de la alimentación, reducir el desperdicio alimentario, cambiar los hábitos alimentarios consumiendo menos carne y productos lácteos, aumentar el consumo de productos vegetales, mejorar las prácticas agrícolas y la gestión del agua, etc.
Se habla de nuevo de este tema a raíz de un estudio desarrollado por investigadores del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de Ámsterdam (Holanda), los expertos hablan de desarrollar diferentes estrategias para reducir el consumo de carne y otras proteínas de origen animal. La solución de este estudio no es tan agresiva como la propuesta realizada por los investigadores del Reino Unido, éstos proponían un impuesto en la carne a nivel global, aunque la finalidad en este caso perseguía reducir las emisiones contaminantes que se liberan a la atmósfera. Consideraban que un impuesto de estas características obligaría a cambiar los hábitos alimentarios y por tanto, se reducirían las emisiones.
Políticas como la de comer menos carne e implantar el día sin carne semanal, son necesarias para ayudar a motivar a los consumidores, al menos así se concluye en el estudio. Los autores explican que resulta todo un desafío convencer a los consumidores de que reduzcan el consumo de carne, no hablan de eliminarla de la dieta, simplemente consumir menos cantidad, y se apunta especialmente a los que son muy amantes de las proteínas de origen animal. Los expertos aseguran que los cambios se han de realizar cuanto antes, no se pueden ir alargando las soluciones ya que el año 2050 será un punto de ruptura sin retorno.
En la investigación se trabajó con un grupo de 1.083 consumidores para saber si este tipo de estrategias serían efectivas, parece ser que estas actuaciones tienen sus pros y sus contras. Para empezar, para que sean aceptadas de mejor grado, detrás de ellas deben haber campañas informativas por parte de Gobiernos, organizaciones no gubernamentales e incluso por la industria alimentaria, con ello se logrará llegar a un número más amplio de consumidores. Iniciativas selectivas como las que hemos conocido en ocasiones anteriores, como por ejemplo el día sin carne en Bélgica, tienen poco peso y no solucionan prácticamente nada.
Una iniciativa informativa a nivel generalizado podría ayudar poco a poco a cambiar algunos hábitos, promocionar el consumo de porciones más pequeñas de carne, alentar al consumo de alternativas como los sustitutos de la carne… Algunos consumidores aceptarían de buen grado la introducción de estos pequeños cambios en la dieta, otro no tanto, parece ser que una de las diferencias es el IMC de los consumidores, quienes padecen sobrepeso y obesidad son los más reticentes a este tipo de cambios, no ocurre lo mismo con quienes tienen un IMC normal.
Los expertos observaron que a nivel de consumidor, el problema no es sólo pedirles que coman menos carne, se les solicita que cambien sus hábitos alimentarios, lo que implica una toma de decisiones consciente y llevar a cabo acciones que deben ser habituales y cotidianas. Puedes pedir que no coman carne una vez a la semana pero a la larga, la iniciativa se abandona y se vuelve a la rutina habitual. Claro, que la carne ocupa un estatus especial en la sociedad y sobre todo en la estructura de las comidas, esta es una de las razones por las que si se les pide a los consumidores que coman menos carne, se resisten al cambio, además se crearía una confusión en cuanto a la cantidad y qué fuentes de proteína animal podrían comer.
En la investigación se concluye que un conjunto de estrategias para el cambio es factible, pero cada estrategia debe contar con apoyo, educativo, económico, institucional, etc. En definitiva, se debe trabajar en equipo para que se logren cambiar los hábitos alimentarios de los consumidores, a pesar de ello, algunos consumidores seguirían mostrando resistencia, por ello se recomienda analizar la dieta a nivel general y conocer los hábitos dietéticos de cada grupo de consumidores para desarrollar una estrategia personalizada.
Sin embargo, hay que decir que teniendo en cuenta los intereses económicos existentes, es difícil creer que todas las partes se puedan poner de acuerdo para promover la reducción del consumo de carne. Basta con dar un vistazo a los datos anuales de producción y consumo, cada año se baten récords. Reducir el consumo de proteínas de origen animal a nivel global es una tarea complicada y de varios años, empezar por la educación desde las escuelas para que las futuras generaciones de consumidores sean conscientes de los beneficios de reducir el consumo de carne, sería una de las estrategias a añadir en un plan de acción. Podéis conocer más detalles del estudio realizado través de la revista científica Science Direct.
Foto | Jun Seita