Hace unas semanas en el post Los beneficios del maíz transgénico desaparecen, destacábamos que la resistencia generada por los insectos, ha provocado que el denominado maíz Bt ya no sea efectivo frente al ataque de determinadas plagas. Se habían diseñado planes para frenar la resistencia, como por ejemplo sembrar zonas de maíz tradicional dentro de los cultivos transgénicos a modo de refugios y así evitar que comieran maíz Bt y desarrollaran la resistencia. Parece evidente que los beneficios del maíz Bt se están disipando a marchas forzadas y por ello las compañías biotecnológicas anunciaban nuevas generaciones de semillas modificadas genéticamente con varios genes para hacer frente a herbicidas e insectos.
Cada vez más insectos desarrollan resistencia a los transgénicos y así se desprende en el estudio publicado en la revista científica Nature Biotechnology. En el año 2005 sólo una especie había desarrollado la resistencia, en el año 2010 ya se contabilizaban cinco de las trece especies principales que atacan a los cultivos y que son inmunes a las toxinas Bt integradas en el maíz y el algodón transgénico. El problema principalmente afecta a Estados Unidos, país en el que se cultiva la mitad de alimentos transgénicos Bt del mundo. En este estudio se pone de manifiesto que en el peor de los casos, los insectos desarrollan la resistencia en un plazo de unos tres años, en el mejor de los casos la eficacia del cultivo se prolonga durante un plazo de unos 15 años.
Para llegar a esta conclusión se han analizado y revisado 77 estudios que se han realizado en los cinco continentes, en ellos se encuentran otras especies de insectos que también parecen estar desarrollando la resistencia a los cultivos modificados genéticamente. Los expertos apuntan que tan alarmante resulta el aumento de especies de insectos resistentes a los cultivos transgénicos, como el incremento de las áreas de cultivo destinadas a la producción de alimentos modificados genéticamente, en el gráfico que encabeza el post podemos ver que prácticamente cultivos y resistencia aumentan paralelamente.
Las actuales semillas modificadas genéticamente son cada vez menos rentables, ya no funcionan como hace años, el resultado es que se deben volver a utilizar los insecticidas convencionales en estos cultivos para poder hacer frente a las plagas. Por cierto, en este estudio también se apunta que no se sabe a ciencia cierta cómo afectan productos como la soja o el maíz transgénico a los animales que se producen para abastecer la cadena alimentaria, como por ejemplo los cerdos, en este sentido ayer nos hacíamos eco de un estudio desarrollado por investigadores estadounidenses y australianos, en el que se baraja la posibilidad de que los cerdos alimentados con transgénicos tienen más problemas de salud.
Los resultados reflejados en el estudio de Nature sirven para predecir el riesgo de resistencia y por tanto, de desarrollar estrategias que permitan mantener la eficacia de los cultivos Bt. En el caso de las compañías biotecnológicas, parece que la estrategia es la incorporación de más genes que puedan hacer frente a las plagas, hasta hace poco lo habitual era incorporar un máximo de tres genes, pero ya se han desarrollado alimentos como el maíz transgénico SmartStax que contiene hasta ocho genes diferentes, como ocurrió con el maíz Bt, de nuevo se promete un mayor rendimiento y más eficacia frente a la acción de las plagas, poco a poco un producto tradicional se va transformando y llegará un momento en el que difícilmente se va a poder aplicar el principio de equivalencia sustancial, es decir, un alimento transgénico cuya equivalencia en peso, imagen y contenido nutricional es similar a la de un alimento tradicional, es totalmente seguro.
En su momento el maíz transgénico SmartStax fue aceptado por la Agencia de Protección Ambiental estadounidense y la Agencia de Inspección de Alimentos Canadiense para que pudiera comercializarse en el año 2010, quizá se esté facilitando que los insectos desarrollen nuevas resistencias y se conviertan en plagas mucho más virulentas al cabo de unos años, ¿qué tocará entonces?, ¿desarrollar nuevos cultivos con 20 nuevos genes?
Quizá sea hora de replantear otro tipo de estrategias que no impliquen añadir nuevos genes en los alimentos para hacer frente a las plagas.