La UE quiere eliminar normas de calidad en frutas y hortalizas, concretamente 26 normas que se encuentran sujetas a la calidad que deben presentar algunos productos, como son el melón, las judías, las espinacas, las cebollas, etc. Esto ha causado una gran indignación a varias asociaciones de agricultores, ya que si no se cumplen los estándares europeos de calidad, las consecuencias para productores y consumidores serían desastrosas.
En el caso de los consumidores: pongamos por ejemplo las cebollas, según la normativa deben presentarse al consumidor, sanas y enteras, limpias, sin daños y lo suficientemente secas para su uso culinario. Deben estar desprovistas de tallos huecos y duros, su sabor debe ser impecable y no presentar olores extraños. La normativa también contempla un calibrado mínimo y una clasificación por categorías, del mismo modo también se habla del envase que las debe contener y cómo deben estar identificadas.
En fin, son muchas normas que están al servicio de los consumidores y que permiten a su vez que los productores sean más profesionales y puedan competir con otros países. Permitir que se comercialicen determinados productos sin que cumplan determinadas normas de garantía, conlleva a reducir la calidad que se ofrece en los mercados, y quizá pagando el mismo precio. La nueva normativa sólo exigiría la identificación del país de origen y además, muchos productos podrían comercializarse a granel.
La consecuencia sería una drástica reducción de la calidad alimentaria, pero parece que esto no importa, la Unión Europea persigue con ello simplificar las normas de comercialización, como siempre, se encuentra por medio el aspecto económico por encima de la calidad del producto. Pero no queda todo aquí, además se pretende hacer extensiva la reducción de la normativa de calidad a los productos de cuarta gama relacionados con frutas y verduras.
En principio, la medida serviría para obligar a los agricultores a bajar el precio de frutas y verduras (claro, pagaremos menos pero tendremos productos de peor calidad), ¿nos encontramos ante un nuevo todo a cien de frutas y verduras?
Las asociaciones de agricultores no ven con buenos ojos esta actuación y creen que Europa se convertiría en el basurero hortofrutícola del resto del mundo.
Ahora se busca la unión de los consumidores y agricultores para tratar de frenar las incomprensibles intenciones de la Unión Europea.
Vía | Asociación Valenciana de Agricultores (AVA)
8 comentarios
Aunque las normas parezcan siempre objetivas, de hecho son siempre arbitrarias. La pregunta es ¿porqué no dejar que el consumidor juzgue?.
Si un productor o comercializador vende un producto de baja calidad (y presumiblemente bajo precio), siempre puedo escojer el de mayor calidad (y precio igual o más alto). O no, quizás escoja el más barato. Tengo libertad de elección.
Esto permite diferenciarse a los productores, lo que probablemente sea lo único que hoy por hoy puede salvar determinados sectores de nuestra agricultura.
Uno de sus mayores problemas es la venta de un producto totalmente estandarizado en el que no hay diferenciación. La mayor parte de agricultores con los que he hablado no ven estímulo alguno para mejorar lo que hacen en tanto se lo van a pagar al mismo precio.
Una cosa es que la legislación nos proteja de que nos envenenen, o nos den gato por liebre. Cosa que según recientes precedentes parece que no hace. Y otra que decida por nosotros cómo debe ser un producto.
No tengo yo tan claro que sean buenas esas normas de calidad alimentaria…
La estandarización lleva a la consecución de un producto único, en general de baja calidad, aunque buen aspecto, y al empleo de cultivos intensivos, productos químicos y maduraciones salvajes en cámaras, ya que sólo es comercializable el producto de buen aspecto, aunque tenga baja calidad y peor sabor. Otra cosa es que se permita comercializar productos tóxicos, o en estado insalubre.
Yo, por mi parte, prefiero poder elegir un producto de peor aspecto y posiblemente mejor calidad… ¿por qué es mejor una cebolla que venga en una malla de plástico, de determinado calibre mínimo, cultivada de manera intensiva y carente en absoluto de sabor, que una más pequeña, menos atractiva, pero de cultivo tradicional, comprada a granel?. Ello estimularía, posiblemente, a muchos agricultores, a buscar un producto de más alta calidad, sin tantos límites comerciales, que hacen que sólo se compre el producto de aparente buena calidad a precio bajo, y el resto a precio esclavista e irrisorio…
¿Quién protesta? Supongo que los grandes productores, los que se dedican a la explotación intensiva, con salarios y condiciones laborales más propias de otras épocas; es de suponer que muchos pequeños agricultores estarán encantados con la medida…
Yo siempre puedo elegir qué producto comprar: categoría A, B, o C, a diferentes precios… pero me gusta poder optar a todas y juzgar yo mismo…
Un saludo…
Creo que Delokos apunta en la misma dirección que yo, aunque desde un prisma algo diferente 😉
En realidad estas medidas forma parte de las reglamentaciones que evitan la llegada de productos de países en vías de desarrollo así como expulsar del mercado a los pequeños productores. Y en realidad no son garantía de calidad.
Vive la diference!
La supresión de las normas permite la entrada de muchos alimentos de baja calidad, visto de otro modo, si actualmente la mayoría de los mejores productos son destinados a los mercados internacionales, ¿con qué nos estamos quedando?, si además añadimos la supresión de las normas, a corto plazo, todo aquel alimento de baja calidad se quedará en los mercados nacionales y terminaremos pagando precios más elevados igualmente cuando encontremos un producto que parece sobresalir del resto pero que si lo comparamos con el que se exporta resultará deprimente.
La estandarización en “alta calidad” es algo beneficioso, obligas a que todos los productos ofrezcan unos valores mínimos y si los productores quieren vender, los cumplen. Un producto de baja calidad al lado de otro de mayor calidad permite realizar comparativas, si ambos ofrecen la misma calidad no, pero ¿se persigue este tipo de comparativas o que puedas ir a comprar sabiendo que existe un mínimo de calidad garantizada y no es necesario realizar una exhaustiva búsqueda del alimento en cuestión? … de todos modos ya lo hacemos, si ya nos encontramos con pésimas calidades, con estos cambios, será una tónica dominante la poca calidad.
En nuestra opinión la supresión de algunas normas terminará enturbiando el mercado, aunque también podemos equivocarnos evidentemente.
Delokos, no nos referimos a mantener la calidad con alimentos que resulten más vistosos en apariencia, nuestra visión se centra especialmente en el sabor.
Un saludo a ambos
Tras este tipo de medidas hay algo más profundo, una visión de la economía liberal o intervencionista. Yo soy un liberal (de la peor especie 😉 así que me inclinaría siempre por limitar la regulación al campo de la salubridad.
En tanto el producto vendido sea comestible, ofrezca información suficiente y responda a su denominación, ¿porqué no venderlo?. En esta visión liberal es el consumidor el que decide qué compra y qué no.
En la otra visión, la intervencionista, la regulación busca un «bien común» promoviendo lo que presumen son las «mejores prácticas» para un sector.
Sin embargo está por ver que esos estándares de calidad presuntamente objetivos realmente promuevan una mayor calidad del producto. Como dice Delokos, de momento es al contrario, los productos de mayor calidad resultan ser los menos estandarizados.
Y por otra parte estas regulaciones producen alteraciones en los mecanismos de la competencia que pueden ser contraproducentes. Del lado del mercado escasez o subidas de precio artificiales, o del lado de la producción, abandono de variedades autóctonas en pro de las de más facilidad de cultivo para el cumplimiento de la normativa. El caso de los tomates es palmario.
En el caso concreto del abandono de variedades autóctonas en pro de las de más facilidad de cultivo, tienes razón. De hecho, la desaparición de variedades autóctonas está vinculada al crecimiento de la industria y a algunas de las normmas.
Pero las razones para abandonar determinados productos y cultivar otros creemos que son económicas. Si no resultan rentables, por muy buen sabor que ofrezcan, terminan siendo abandonadas.
Vease por ejemplo la posible extinción de la vaca autóctona catalana, como no daba tanta leche y era algo más pequeña, se abandonó su producción. Lo mismo ocurre con frutas y verduras.
Quizás sería cuestión de plantear nuevamente una normativa, especialmente orientada a la salubridad y a una estandarización mínima que pudiera conjugarse con un planteamiento más liberal.
Saludos
En el abandono de una variedad autóctona juegan más factores,
– calidad percibida por el consumidor
– precio que está dispuesto a pagar (utilidad marginal)
– facilidad de cultivo
– productividad
– adecuación a la normativa
– conservación y transporte
y 20 más en los que no caigo ahora 😉
La clave está en que el abandono de una variedad local puede producirse por su baja rentabilidad unida a una baja valoración por parte del consumidor… no seré yo quién llore esa pérdida.
Por contra tienes variedades que son difíciles de cultivar, transportar y conservar, pero que son valoradas por el consumidor… y progresan.
Sin embargo determinadas políticas que incentivan otros productos pueden inhibir su producción o incluso eliminarla. Y eso sí es un drama 😉
Tenemos tomate canario, estándar, insípido y barato. Tenemos raf, kumatos y otras variedades de mejor calidad pero relativamente estándar. Son fácilmente encontrables. Y tienes cosas como lo que ya te comenté, el tomate valenciano, que rara vez verás en una gran superficie.
Son grandes, feos, maduran muy rápido, soportan mal el transporte… sin embargo, tras casi desaparecer está volviendo con fuerza: la razón es sencilla, son dulces, baja acidez, muy carnosos, de piel finísima y apenas tienen semillas. La estandarización puede matar un producto como ese. Y eso sí es lamentable.
Con los tomates, has dado en el clavo, ese tomate canario es el que se vende por ejemplo en Mercadona, mallas de tomates del mismo tamaño con una excelente piel sintética, ni tienen jugo, ni sabor.
Otro tema gracioso son las naranjas, en plena Comunidad Valenciana y vas a grandes superficies y te encuentras que venden naranjas de importación igualmente estandarizadas. El sabor muy lejano a la calidad esperada.
A eso nos referimos, es necesario un tipo de estandarización más selecta, que evite este tipo de productos insípidos, una normativa centrada en el sabor y la salubridad.
Seguro que podríamos hablar de cientos de casos concretos y excepciones de reglas.
Lo más lamentable es que los productos de mayor calidad que se producen en nuestro país salgan al exterior y tengamos que verlas y desearlas para encontrar productos buenos.
Saludos